Una clase en una
escuela. Sentados en sus pupitres hay veinte alumnos. El maestro es Mario. Los
alumnos también son Mario y son idénticos entre sí. El maestro es idéntico a
los alumnos pero más grande y con los ojos humedecidos por la emoción.
Mario: Siendo la
última clase, me gustaría usar estos minutos que quedan para despedirme de
ustedes. Quiero agradecerle de corazón. Ha sido un privilegio ser su maestro
durante estos cinco años. Son un grupo extraordinario, de veras, cada uno de
ustedes. Mañana, cuando reciban su hongo, van a ser grandes, pero hoy todavía
son chicos, y todavía son mi responsabilidad. Me encantaría tener alguna última
frase que decirles, algo que los ayude a pasar este mundo tan difícil, pero no
existen las recetas mágicas, existe la experiencia y la concentración. Cuando
salgan ahí afuera van a tener una sola oportunidad, y les puede ir mejor o peor
pero sepan que hagan lo que hagan, nos sirve para aprender.
Mario se da vuelta y
apunta a la enorme videoteca.
Mario: Pero ojo,
que si hacen alguna burrada, pueden terminar en la sección burradas.
Los Marios ríen al
unísono.
Mario: Ríanse,
pero de esos errores tontos también hemos aprendido. Vamos progresando todos juntos, como si fuéramos un solo Mario.
Mario hace una pausa
para que los Marios puedan tomar cabal provecho de eso que dijo sobre el único Mario.
Después avanza hacia la biblioteca con una media sonrisa en los labios.
Mario: Hay un
último ejemplo que quiero mostrarles.
Se oye el descontento
generalizado de los Marios
Mario: Vamos, Marios,
es el último. Fíjense bien, tal vez reconozcan al Mario de algún lado. Aunque los
años no vienen solos...
Mario mete el videotape
en la videocasetera y le da play. Se llega a ver por un mínimo instante a un Mario
sobre una plataforma movediza, pero enseguida se empieza a ver mal, entrecortado
y con mucho tracking. De pronto la imagen se corta y la videocasetera escupe el
casete dañado, con la cinta salida para afuera.
Después de un silencio,
algunos Marios se ríen, y de a poco la clase se descontrola, los Marios empiezan
a charlar, a pararse, a caminar y hasta a saltar un poco. Mario se pasa un rato
tratando de meter la cinta de nuevo adentro del casete, y para cuando se rinde e intenta
recuperar la clase, ya es demasiado tarde. Sus últimas palabras se pierden en el
murmullo general de charlas, risas y sonidos de saltos.
Mario: Bueno, se
rompió... Pero básicamente... en este ejemplo, Mario pisa una tortuga y aprovecha
el impulso para saltar y agarrar unas monedas. Cegado por la ambición, no mira
bien donde cae y sin querer patea el caparazón de la tortuga que había quedado
en el piso...
Suena el timbre. Los
Marios empiezan a salir en manada de la clase mientras Mario sigue hablando.
Mario: El
caparazón sale a gran velocidad, deslizándose por el suelo, luego rebota en un tubo y
vuelve hacia Mario...
Ya todos los Marios
han salido de la clase y Mario se queda solo un rato, en silencio.
Mario: Saltá.