Jaime: Los otros días me pareció ver una vaca fumando pipa. Pero una segunda mirada más atenta me reveló que no se trataba de una vaca sino de dos chilenos. Uno vestía ropas de tenis.
Carlos: ¿De quien era la pipa?
Jaime: No lo se. No quise preguntar por pudor.
Carlos: Ha de ser robada. Mal habida. Los chilenos son rufianes.
Jaime: Y uno era judío.
Carlos: ¿Cual?
Jaime: El que estaba al lado del otro.
Carlos (pensativo): ¿Justo al lado, o apartado unos metros?
Jaime: Compartían la pipa.
Carlos (asiente): Entiendo.
Jaime:…
Carlos: Puede que fuera una vaca, entonces.
Jaime: Lo dudo.
Carlos: Te pido que dejes abierta la puerta al desconocido.
Jaime: Supongo que es posible.
Carlos: Si, eso.
Jaime: Quiero decir… puede haber sido una vaca. Que más da. No soy experto.
Carlos: Pero aguarda un momento, Jaime. ¿No has dicho que había un tenista?
Jaime: Si, el judío.
Carlos: Eso agrega un factor que desequilibra y pone en peligro la primera suposición.
Jaime (intrigado, expectante): … ¿Qué? ¿Cómo?
Carlos: Todos saben que las principales exportaciones de chile son en recursos naturales y agrícolas…
Jaime (interrumpiéndolo): Yo no lo sabía.
Carlos: No tiene importancia, Jaime. A lo que voy es que nunca nadie escuchó hablar de un tenista chileno, incluso me parece licito aseverar que no hay tal cosa. No forma parte de sus exportaciones. Pero si vacas. Vacas vacas y vaquitas.
Jaime (entendiendo todo de repente): Ah.
Carlos: Comprendes entonces que no podía tratarse de una vaca que fumaba.
Jaime: Si. Ahora lo veo claramente.
Carlos: ¿De donde sacaría el tabaco?
Jaime: Claro.
Carlos: Ahora la pregunta es: ¿Qué era realmente?
Jaime: Dejémoslo, ya empiezo a cans…
Carlos: ¡Lo tengo!
Jaime: ¿!Que!?
Carlos: La pipa era tuya, y no fumabas tabaco sino drogaina.
Jaime (indignado): Imposible.
Carlos: Te pido que dejes abierta la puerta al desconocido.
Jaime: ¿De donde voy a sacar yo drogaina?
Carlos: Eso es tema tuyo, hombre. No pretendo inmiscuirme en tus cosas personales.
Jaime: Ya veo. Así que eso era… ¿Tendré que pedir ayuda?
Carlos: No creo. Si fue esa única vez no corres riesgo de adicción.
Jaime. Ah… Que susto.