martes, agosto 07, 2012

La hazaña


Estaba realmente furioso y no medí mis palabras. Le dije lo que pensaba sobre su asquerosa lasagna. Escupí mi insulto en voz baja y corrosiva desde atrás de un cigarrillo fresco, como si nada. La maldad le despeinó los bucles y me miró incrédula unos segundos, profundamente dolida. Después reaccionó. Levantó el cenicero de vidrio de la mesa y me lo tiró, pegándome de lleno en la frente. El golpe me hizo inclinar la cabeza hacia atrás, y el cigarrillo se me escapó de los labios y salió dando giros por el aire. El cenicero cayó intacto sobre la mesa y un instante después el cigarrillo cayó adentro, en perfecta posición de cigarrillo que espera ser fumado, con la brasa en el centro y el filtro posándose delicadamente en la caladura destinada a tal fin. Lentamente estiré el brazo y lo agarré, le di una honda pitada y volví a apoyarlo en su lugar. Por fin la miré y le dije con saña: ¿Viste lo que hice?