miércoles, diciembre 17, 2008

Qué confusión más divertida

Estoy parado hace rato mirando una puerta angosta que apareció en la pared de mi cuarto. Ayer no estaba. Cuando salí hoy de casa no estaba.

¿Alguien entró, rompió la pared y puso una puerta? Pero no hay polvo en el piso. La puerta parece haber estado ahí siempre.

¿Qué habrá del otro lado? Serán mis vecinos, la familia Bonisano, comiendo un pollo frente a la tele. Tal vez querían vivir en la misma casa conmigo y como no se animaban a pedirme mandaron a poner una puerta.

Debo abrirla pero no me atrevo.

¡Debe ser un portal! Un fenómeno sobrenatural. Es la puerta a un lugar asombroso ¿O terrible?

Tal vez hay una casa idéntica del otro lado de la puerta con otro yo, y tal vez el otro yo también está parado ante la puerta y no se anima a abrirla.

O la puso el gobierno.

Esta puerta no estaba acá esta mañana.

Voy a abrirla. Soy valiente. Fuerza. Ahí va.

¿Toallas? ¿Remedios? Esto no es una puerta, es un armario. Y ahora que lo pienso, yo no tengo un inodoro en el cuarto.

viernes, diciembre 05, 2008

Alfombra roja

Este blog ha sido premiado con un "SID 2.0 Blog Award" en la categoría "A este blog hay que publicarlo". El merito es doble, porque el comité de selección admite no haberlo leido nunca. Bien Mat.


Mas información sobre los SID Blog Awards

lunes, diciembre 01, 2008

En el pasillo

El otro día, a un vecino de mi edificio la mujer le puso la ropa en el pasillo y le cerró la puerta con llave. El tipo estuvo gritándole borrachadas inentendibles como por una hora, golpeando la puerta o acostado en el piso. Muy desagradable. Todos los vecinos en el pasillo mirando, por algún extraño motivo había varios bebés presentes, llorando. Vino la policía y se lo llevó. Pero parece que hoy la mujer lo dejó volver, porque todos los vecinos recibimos esta carta firmada por el borracho:

Queridos vecinos:

El día del incidente tocaron mi timbre cinco hombres de traje y cuando bajé me preguntaron si estaba sólo. Les dije que sí, que estábamos Sultán y yo. Dos de los hombres empezaron a hablar al mismo tiempo pero enseguida se detuvieron para dejar hablar al otro. Decí, decí, le dijo uno al otro, y el otro me preguntó si Sultán era algún tipo de animal doméstico. Un perro, dije yo, y se hizo un silencio largo en el que los dos que habían hablado asintieron varias veces. Después todos miramos al que se había quedado sin formular su pregunta, esperando a que lo hiciera, pero él se encogió apenas de hombros y dijo, iba a preguntar lo mismo. Otro largo silencio siguió y tuve que invitarlos a pasar, para no seguir haciendo papelones en la vereda, a las tres de la tarde y nada menos que en una fecha patria.

Apenas cruzar la puerta de entrada, los cinco se sacaron el saco y empezaron a mirar alrededor. Suponiendo que buscaban alguna percha o ropero donde colgar sus sacos, apreté un botón invisible en la pared y se materializaron dos grandes módulos, uno rojo y el otro también, que giraban a la velocidad del tiempo.

“Lo sospechábamos” dijo uno de los cinco (creo que el tercero), “¡tecnología xigor!”. Viendo que por mera torpeza había develado mi secreto, recurrí a la violencia. Los cinco hombres y yo nos enfrentamos en la precisa danza mortal del Karate. Nos hicimos tomas de Karate e intercambiamos golpes mortales hasta pasada la medianoche.

Se fueron derrotados, pero a los pocos segundos regresaron. Ahora tenían una actitud amistosa y estaban vestidos elegante sport. Querían que los acompañara a Flores a buscar unas cajas. Accedí gustoso, porque a mi las cajas me parecen bien. Pero claro, era todo una estrategia para hacerse con mi tecnología extraterrestre, y no bien llegamos a la esquina se echaron a correr a toda velocidad hacia mi casa.

Como yo siempre dejo las puertas del edificio entreabiertas por si tengo que volver, pudieron entrar a mi domicilio con sobrada facilidad, y lo que es peor, cerraron la puerta del departamento, impidiendo que entrara tras de ellos y les hiciera tomas de Karate en la cara y en el cuerpo.

Y sí, lo admito, me enojé. Dije cosas de las que me arrepiento. Les ruego acepten mis disculpas.

Luis


Ahí termina la carta. Luis no explica porqué estaba toda su ropa en el pasillo.