viernes, abril 25, 2014

El fin justifica los miedos

Pocas cuadras antes de morir en Congreso, Álvarez Thomas se bifurca, como si supiera. Nace Galván, donde está el CEMIC. Galván pasa a ser Huidobro, que se convierte en Mitre, que después es Fondo de la Legua. Y así siempre, las calles van cambiando de nombre hasta llegar a Chile y al Pacífico.

Pero yo sé que Álvarez Thomas se dio cuenta de que venía Congreso y se bifurcó. Tenía la esperanza de que alguna parte de él lo sobreviviera, y así fue. Porque esa conciencia de la finitud era hereditaria, y es en Galván donde termina de refinarse, donde pasa de ser una sensación incierta a un concepto acabado y pronunciable. 

En la esquina de Galván y Quesada había un cartel con el nombre de las calles, y a la noche el farol estiraba la sombra del cartel contra la pared de la esquina, y era lindo. Alguien con un aerosol fue y pintó encima de la sombra. La trazó perfectamente para que coincidiera con la sombra verdadera. Y fue más lindo, porque uno pasaba al mediodía y ahí estaba la sombra.

Y un día alguien sacó el cartel. Ahora la sombra sobra. Pobre farol.