viernes, febrero 26, 2010

Huestes cansinas pastan de mi cuerpo anquilosado

Estoy solo en casa, escribiendo esto. Suena el teléfono. Atiendo.

Mateo: ¿Hola?

Mateo: Hola, ¿estaba yo?

Mateo: …No…. creo que no. ¿Quién sos?

Mateo: Todavía no soy nadie.

Mateo: Entonces no, no estábas.

Mateo: ¿Me habrás dicho que me llame cuando llegue?

Mateo: ¿Qué?

Mateo: Que me llame cuando llegue

Mateo: ¿Con qué número querés hablar?

Mateo: 4790-0468

Mateo: ¿Y con quién querés hablar?

Mateo: Conmigo.

Mateo: Bueno, cuando llegues te digo que te llames.

Mateo: Gracias. Igual me voy a llamar al celular.

Mateo: De nada, suerte con eso, loco.

Cuelgo el teléfono y empiezo a corregir la conversación que acabo de tener mientras pienso cómo seguir el diálogo.

Suena mi celular. Miro la pantalla: número desconocido. Atiendo. Mientras hablo voy escribiendo lo que nos decimos.

Mateo: ¿Hola?

Mateo: ¿Mateo?

Mateo: Sí.

Mateo: Voy a ser yo.

Mateo: ¿El mismo loco de recién?

Mateo: No. ¿Qué loco?

Mateo: Me acabás de llamar al fijo, el 4790-0468.

Mateo: Ah, sí, ¿ese era yo? ¿Por qué no me dije que era yo?

Mateo: ¿Quién sos?

Mateo: Yo… seré.

Mateo: ¿Yo quién?

Mateo: ¿No sé quién soy?

Mateo: No sé

Mateo. No-se- te ipsum

Mateo: ¿Qué?

Mateo: Es latín.

Mateo: Ya veo. Hola Mateo.

Mateo: Hola.

Mateo: ¿Sos Mateo Ingouville?

Mateo: Sí.

Mateo: ¿Cómo estoy?

Mateo: Bien. Estaré.

Mateo: Me alegro

Silencio

Mateo: ¿Sos Quielo?

Mateo: No.

Mateo: ¿Tazelaar?

Mateo: Sí.

Mateo: Hola, Tazelaar.

Mateo: Será un chiste, seré yo, Mat.

Mateo: Hablame en presente.

Mateo: Es un chiste, soy yo, Mat.

Mateo: ¿Y qué quiero?

Mateo: Nada, llamaba para ver cómo andaba.

Mateo: ¿Me estás llamando desde el futuro?

Mateo: Aja.

Mateo: Te va a salir carísimo.

Mateo: Sí, la tengo que hacer corta. ¿En que andaba?

Mateo: Escribiendo esta conversación.

Mateo: Malísimo. Otra vez la serpiente que se come la cola.

Mateo: ¿Simón?

Mateo: No, Mateo, soy Mateo.

Mateo: ¿Dé qué año me estás llamando?

Mateo: 2010. Junio.

Mateo: ¿Dentro de cuatro meses?

Mateo: Sí.

Mateo: ¿Y es lindo?

Mateo: Precioso.

Mateo: ¿Hay autos voladores?

Mateo: Hay helicópteros, que es más o menos lo mismo.

Mateo: ¿Hay dinosaurios?

Mateo: Mateo, ¿sigo escribiendo todo lo que digo?

Mateo: Sí.

Mateo: Basta, Mat, en serio. Está empezando a aburrir el chistecito de la serpiente que se chupa su propia pija. Me lo digo porque sé de lo que hablo, en estos cuatro meses viví más cosas, experiencias, escribí más cuentos… tengo que bajarle un cambio a la mamuska.

Mateo: ¿Contar algo decís?

Mateo: Eso mismo digo. Una historia.

Mateo: ¿Por ejemplo?

Mateo: ¿Te digo una que acabo de escribir? Cinco minutos antes de llamarte. Escuchá esta joya: Huestes cansinas pastan de mi cuerpo anquilosado.

Mateo: ¿Qué es anquilosado?

Mateo: Maltrecho.

Mateo: ¿De dónde sacaste la palabra?

Mateo: Es una de las muchas cosas que aprendí en estos cuatro meses.

Mateo: ¿Cómo sigue?

Mateo: ¿Qué cosa?

Mateo: Lo que estabas leyendo de las huestes anquilosadas.

Mateo: Era eso solo.

Mateo: ¿Esa frase?

Mateo: Tengo que darle un minuto para terminar de entenderla, ya voy a ver, ya voy a ver.

Pasa un minuto

Mateo: Sí, ya lo veo. Es impresionante.

Mateo: ¿No es cierto?

Mateo: Sí, la verdad que sí. Cuenta una historia.

Mateo: ¿Ahora veo? Ese tipo de cosas tengo que escribir.

Mateo: Sí. Es brillante.

Mateo: Me la regalo, puedo decir que es mía.

Mateo: Ya la usé en un cuento.

Mateo: ¿Cual?

Mateo: Este.

Mateo: ¿Sigo escribiendo todo lo que digo?

Mateo: Sí.

Mateo: Pero, carajo. Voy a cortar para dejar de alimentar esta pesadilla. Adiós, Mateo.

Mateo: Chau, fenómeno. ¿Puedo usar la frase esa para el título?

Mateo: No.

Mateo: La voy a usar igual.

jueves, febrero 18, 2010

Mi cadaver

Hay un cadáver hecho de mi carne acurrucado en mi sillón favorito, recitando mis memorias con el libro cerrado, de memoria, sin saltearse ni una coma, ni una noche de insomnio, ni una humillación. Con la paciencia de un paciente que se ahoga en el tanque de nafta de una ambulancia estacionada, me mira de reojo, esperando a que me aleje para comerse los pedazos de pan que voy arrancando de mi brújula y tirando encima de cada uno de mis pasos pasados, para poder volver a casa. Nos turnamos para respirar la única bocanada de humo puro que queda en el mundo, yo por necesidad, mi cadáver por empatía. Cuando llega, en la lectura de mis memorias, al presente, empieza a improvisar estas palabras, que yo escribo para que mi cadáver pueda seguir leyendo un rato más.