domingo, junio 17, 2007

De-construcción

En la izquierda del escenario hay una gran pila de arena con una pala clavada, una mezcladora de cemento y algunos ladrillos. Durante la escena, un obrero entra cada tanto y se lleva algunos. A la derecha hay un andamio y llegan a verse unos pies y una lata de pintura arriba de la plataforma. En el centro del escenario, Felipe está de cuclillas, inspeccionando unos planos. Entra Andrés con más planos. Ambos tienen cascos amarillos. Cuando Felipe lo ve, se levanta y se dan la mano.

Felipe: Se te echó de menos, Andrés. ¿Descansaste?

Andrés: Puff, me vino bárbaro.

Felipe: ¿Te fuiste a algún lado?

Andrés: Que va, casi no salí de casa.

Felipe: ¿Alguna mujer?

Andrés: Que va. Más sólo que un hongo.

Felipe: Ah, una vacaciones de todo. Un viaje por adentro de vos mismo.

Andrés: Algo asi. Como un retiro fue. Un service del alma.

Felipe: ¿Y que hacías?

Andrés: Bueno, pasé en blanco los planos del tercer piso. (le entrega los rollos) Pero más que nada estuve escribiendo algunas cosas. Muy metido en la onda oriental del Haiku.

Felipe: ¿Cómo era eso?

Andrés: Un verso de cinco silabas, uno de siete, y otro de cinco.

Felipe: Que lindo, che. ¿Japonés?

Andrés: Si. Tiene una métrica que está alineada con algo natural en el hombre, que calza como dos piezas de un rompecabezas.

Felipe: Rompecabezas,

Si que tiene un buen nombre,

Te quema el coco.

Andrés (Mientras habla, cuenta las silabas con los dedos): Rom-pe-ca-be-zas

Si-que- tie-neun-buen-nom-bre

Te-que-mael-co-co

Felipe: Uy, fue sin querer

Un verso sin esfuerzo

Que casualidad

Andrés: Te dije que sale natural.

Felipe: A ver, contame alguno que hayas escrito.

Andrés: No, son cosas que uno escribe por escribir. No es para mostrar.

Felipe: Algunito.

Andrés: Bueno, justamente traigo conmigo una hoja que se me traspapeló entre los planos. Pero mirá que son muy desparejos, están muy disociados entre si.

Felipe: ¿Pero no es que cada Haiku es una unidad en si mismo, con principio nudo y desenlace?

Andrés: Si

Felipe: ¿Entonces? ¿Que problema?

Andrés: Bueno, pero uno busca una voz propia, algo que unifique. Una identidad literaria.

Felipe: A ver, leeme.

Andrés (Se pone los anteojos y lee): Quiero ir al super,

Y comprarme balizas

Para mi coche.

(Silencio)

Felipe: Está bueno, tiene como algo mundano, ¿No?

Andrés: Si. Pero está muy desprendido de los otros, que tienen un tono más… no se, más pesado, con más superposición de conceptos, más juego con la forma.

Felipe: ¿A ver? Leeme otro.

Andrés (Leyendo): Cuantas balizas

Podría comprarme allí

Denmenlas todas

(Silencio)

Felipe: Ese si está relacionado con el anterior.

Andrés: ¿En que?

Felipe: Y, es como la continuación. Seguís hablando de las balizas.

Andrés: Si, pero es una sola palabra, no es una conexión real de estilo.

Felipe: Pero es la continuación. De echo, el segundo no se entiende sin el primero: “Cuantas balizas podría comprarme allí…” ¿Dónde? En el supermercado del primer haiku.

Andrés: No. Es un “alli” que juega con el lugar de indeterminación. Es lo que debe completar el lector con su vida y su experiencia personal.

Felipe: Entiendo.

Andrés: ¿Te leo otro?

Felipe: Si, si, por favor.

Andrés (leyendo): Si algún día choco,

Quiero estar preparado

No sea cosa que

Felipe: De nuevo.

Andrés: ¿Qué?

Felipe: Es lo que sigue a lo de las balizas.

Andrés: ¿De qué manera?

Felipe: Querés tener las balizas por si algún día chocás.

Andrés (riendo): Medio rebuscado, ¿no?

Felipe: No creo, ¿Si yo te digo “Voy a ir al super a comprar balizas, quiero estar preparado por si algún día choco”, a vos te suena rebuscado?

Andrés: Pero eso es distinto, es otra métrica, otra forma.

Felipe: Bueno, vos sabrás mejor que yo. Leeme otro, quiero saber como sigue la historia.

Andrés: ¿Qué historia?

Felipe: No, digo que me leas otro.

Andrés (leyendo): Hoy mismamente

En santa fe al dos mil

Casi me chocan.

Felipe: Bueno, que se yo.

Andrés: ¿Qué, no te gustó?

Felipe: Si, no, si… Pero… Sigue con lo de antes.

Andrés: ¿Por lo del choque?

Felipe: Claro.

Andrés: Pero es natural que un autor tenga sus obsesiones, sus temas recurrentes.

Felipe: Supongo.

Andrés: A ver este (Leyendo). Que quede claro

Mis corbatas son de Luis

Si yo me muero

¿Qué tal? ¿Ese también te parece que está relacionado?

Felipe: ¿La verdad? (Pausa) Un poquito

Andres (Exclamando): ¿Dónde?

Felipe: Y, medio que venís hablando de chocar, y de repente haces una especie de testamento por si te morís. Hay cierta relación. No se si mucha, pero la hay.

Andrés: Bue…

Felipe: Si, no. Es verdad, es exagerado. ¿Hay más?

Andrés: Algunos.

Felipe: A ver.

Andrés (Leyendo): Toda la plata,

De cuando robé un banco

Es para Norma

Felipe ríe nerviosamente

Andrés: ¿Qué?

Felipe: Seguís con el testamento.

Andrés: No, no tiene nada que ver. En esté nadie se está muriendo.

Felipe: Pero si lo lees justo después del anterior, queda como que si.

Andrés: Igual están en el orden que los fui escribiendo. Pienso ponerlos en un orden distinto que genere una sensación de viaje.

Felipe: ¿Viaje?

Andrés: Si. ¿Te leo otro?

Felipe: Dale

Andrés (leyendo): Nada más tengo

Exepto las balizas

Que le dejo a inés

Felipe: ¡Vamos, che! ¿Me vas a decir que no lo ves?

Andrés: ¿Este también?

Felipe: ¡Si! No solamente continuás indirectamente con lo del testamente, diciendo que no tenés nada más para dejar a tus allegados, sino que también retomás las balizas.

Andrés: Bueno, vos le encontrás sentidos que no estaban ahí originalmente. Es lo que pasa con toda obra, que deja de pertenecer al autor en el momento en que se da la comunicación.

Felipe: Si, puede ser eso.

Andrés: Último.

Felipe: A ver.

Andrés (leyendo): Voy a ir a Easy

Voy a ir bien empilchado

Voy de levante.

Silencio

Andrés: ¿Qué?

Felipe: No, nada. Este es bastante distinto.

Andrés: ¿Pero?

Felipe: No, nada… Que…

Andrés: Vamos, hombre.

Felipe: Nada, que lo de Easy… No se, es un lugar donde venden balizas.

Andrés: Vos también, estás tratando de encontrar cualquier posible relación.

Felipe: Si, es un poco rebuscado.

Andrés: Bueno, no tiene que gustarle a todo el mundo.

Felipe: No, no es eso, me parecen muy lindos.

Andrés: Lindos son los cachorritos y los arreglos florales. Yo busco provocar, sacar del estatismo. Si alguien lee esto e incorpora alguna enseñanza, yo logré mi cometido.

(Silencio)

Felipe: ¿Miramos un poco los planos?

Andrés: Si, cambié un poquito la disposición dentro de los baños, como para que de más una sensación de unidad.

Felipe: A ver.

Desenrollan un plano y le dan la espalda al público mirando el plano y apuntando al edificio en construcción.



jueves, junio 14, 2007

Asdf azar wertyqsd

A veces, tratando de encontrar alguna idea para un cuento, una imagen que estimule, cierro los ojos y me hago el que escribo: mis dedos tocan las letras del teclado a toda velocidad, intercalando la barra espaciadora irregularmente, generando párrafos que de lejos parecen un texto y de cerca odfwer fae hgfe as je.
Pero que grande va a ser mi sorpresa en unos momentos, cuando abra los ojos y lea esto que ahora escriben mis manos. Lo primero que voy a notar, va a ser que no está todo subrayado por las líneas rojas del corrector de ortografía de word. Después lo voy a leer con creciente pánico. Va a ser como si me arrancara un pelo y encontrara, abrazado a la raíz, un pedacito de cerebro.

lunes, junio 11, 2007

El suelo y el desconzuelo

Alberto está sentado en una silla y se mira la pierna lastimada. Entra Andrés.

Andrés: ¡Que frutilla, viejo!

Alberto: Me caí, me golpeé contra el planeta. No fue gracioso. Hubiese preferido que no estuviera ahí y seguir cayendo para siempre en el espacio. Pero el planeta estaba, y me dolió. Me pegué fuerte. De quién fue la culpa, del planeta o mío, no interesa, el daño esta hecho. Ahora lo que importa es el dolor, y, por supuesto, los ungüentos. Voy a caminar con más cuidado, eso si. Ya no me verán saltando tachos de basura ni haciendo la vertical. Porque tengo miedo. Quisiera quedarme acá sentado. De pronto, la distancia entre a y b me asusta. Entiendo el caminar de los viejos, su paso temeroso, el abismo que es su propia altura, de la cual una caída puede ser mortal. No quiero caerme nunca más. De hecho… si… lo decidí: No vuelvo a pararme.

Andrés: Vamos, campeón, no es para ponerse así.

Alberto: Vos no entendés.

Andrés: ¿Qué, No me he caído yo alguna vez? Si. Me he caído (pausa) Pero me levanto, tigre, me levanto. Mirá, ¿Ves esto? (levanta una mano con el puño cerrado) ¿Sabés que es esto? Este sos vos. Ahora estás así, todo cerrado, con miedo, lastimado. Y si, man, duele. ¡Duele! Pero mirá, mirá esto. (Va abriendo lentamente la mano) ¿Ves? ¿Ves lo que va pasando? ¡Claro, papá! Te vas abriendo, te vas entregando a la vida de a poco. Sentís, vivís, ¡Soñás! Y yo se que ahora te parece que va a doler para siempre, pero creeme, te lo digo con las canas, vas a salir de esta, con una lección aprendida y todo.

Alberto: No, no, prefiero arrastrarme por el piso para siempre, prefiero ponerle ruedas a esta silla, o comprar una silla de ruedas. No entendés, vos no entendés… Puede pasarle a cualquiera en cualquier momento. Venís bajando y pensás que se acabaron los escalones, de repente, zak, una caída. Una baldosa floja, el cordón de la vereda, la propia torpeza, los demás peatones, los pisos encerados, son todos soldados de la muerte. Yo me quedo acá, sentado.

Andrés: Pero dale, fenómeno, uno no puede vivir pensando que se le va a caer un yunque en la cabeza. Vos sos joven, aprovechá. ¿Sabés lo que daría yo por tener tus años, pibe? Todo. Eso es lo que. Mirá, te presto mis pantuflas. (Se saca las pantuflas y se las ofrece) Tomá, andá arrastrando los pies. Primero acá en la casa. Después te calzamos las botas y salimos al mundo. ¿Te parece, ídolo?

Alberto: ¿Vos me ayudás? ¿Me das soporte?

Andrés: Pero claro, che ¿Para qué están los amigos?

Alberto se para lentamente y Andrés lo toma del brazo. Les cae un yunque en la cabeza.

domingo, junio 03, 2007

Un glorioso arco iris en el alma

Julio es el primero en viajar en el tiempo. En una ceremonia muy televisada, sube al aparato y saluda. Diez nueve. Fuipp, la maquina desaparece un instante y vuelve a aparecer, pero ahora está oxidada y polvorienta. Sale el hombre pero ahora es mucho mayor. Su italiano está contaminado de una lengua futura. Veinte años hace que partió, con la instrucción de regresar a la semana.
En el futuro, dice, todos llevan un glorioso arco iris en el alma. Sabía que si volvía a la semana, nunca me dejarían regresar. Pero ahora he vuelto, y vuelvo con la palabra. Yo traigo el futuro.
Julio se encierra a escribir su libro. Sabe que el es el primer motor. El logrará que ocurra. La causa y la consecuencia son intercambiables: el creó el futuro del que viene. Afuera, las cámaras filman la ventana con la esperanza de capturarlo cruzando el pasillo. El mundo está en vilo, nadie habla de otra cosa. Mucha gente se opone a que se publique lo que Julio está escribiendo, sea lo que sea. Se hacen preparativos para enviar a un segundo hombre.
El segundo hombre es una mujer. Mariana se sube a la maquina, saluda. Fuipp. Aparece en el futuro, unos días antes de que llegue el primer viajero. En efecto, todo es hermoso y confuso.
Mariana y Julio se conocen y viven juntos tres años idílicos, enamorándose del futuro a la vez que del otro. Mariana decide regresar, tiene una hija de doce años y no quiere volver siendo una mujer vieja. Se separan dolorosamente. Ella está embarazada pero aun no lo sabe.
Fuipp. Lo primero que ve Mariana es la cara de Julio, veinte años mayor, sonriendo. Le dice que el futuro, por maravilloso que fuera, no se comparaba con media caricia de sus manos. Si no había regresado hasta ahora era por el libro, del que ella le había hablado, el que justificaría su existencia. Se casan y nace la hija. Julio se divierte diciendo que es hija del otro. Tu ex, le dice.
Julio escribe el libro. Las imprentas del mundo no dan a basto para suplir la demanda. Cada persona que lo lee, siente la semilla de un arco iris, un glorioso arco iris, en el alma.