domingo, julio 26, 2009

miércoles, julio 15, 2009

Tarde Tarde

Esa tarde nos demoró un largo partido de ajedrez que se transformó lentamente en una conversación sobre el partido. Mi posición en el tablero era agresiva y firme, pero la había logrado a costa de algunos peones. Discutíamos abiertamente cada jugada, contándonos nuestras intenciones como si todas las piezas fueran del mismo color. La charla fue ganando en abstracción hasta el punto en que ya no hablábamos del partido sino del ajedrez, y, sin notarlo, fuimos abandonando el juego.

Aquiles advirtió el fenómeno antes que nosotros, y empezó a ladrarle al cielo, que estaba naranja y panorámico, atardeciendo hacía más de seis horas. Las nubes estáticas tenían una nitidez que impedía encontrarles alguna forma que no fuera la de una nube perfecta y quieta. Nuestro pino se movía con el viento, pero los árboles de las otras casas no. Después vimos que Aquiles no le ladraba al cielo, sino a una paloma congelada a diez metros del suelo, en un jardín vecino.

Tratamos de mostrarnos un poco sorprendidos, pero era un esfuerzo demasiado inconducente. Hasta Aquiles se aburrió pronto de la paloma y vino a acostarse a nuestros pies. Tal vez por no renunciar a nuestra conversación anterior, hablamos del suceso a través de una metáfora nacida del ajedrez. Imaginamos dos ejércitos medievales inmóviles en el campo, con gritos de guerra mudos, fijos en sus caras sucias de sangre y barro. Y en ese absoluto silencio de violencia interrumpida, imaginamos a dos jinetes y un perro que se movían por la batalla como por un bosque, y avanzaban sin ser vistos hacia las torres y el castillo.

Con la misma imprudencia con que abandonamos el partido, lo retomamos. Empezamos discutiendo la situación del tablero, pero después pasamos largo rato en silencio, pensando. Me puse la bufanda y moví el alfil. Cuando volvió a ser mi turno decidimos entrar, ya estaba oscureciendo y casi no podíamos distinguir las piezas entre sí.

martes, julio 14, 2009

La viuda del profesor Araya

Facundo: Terminala con eso, Dolores. El profesor Araya está dónde lo dejamos, en el lecho del río, atado a una piedra enorme. Ahora decime cómo lograste los truquitos de la taza y la ventana.

Facundo toma a Dolores por las muñecas y la obliga a descubrirse la cara. La besa en los ojos húmedos, lame una lágrima de la punta de su nariz y le habla muy cerca de los labios con un tono suave.

Facundo: Yo sabía que esto iba a pasar. No sabía bien cómo, y admiro tu creatividad, pero estaba seguro de que algo ibas a inventar. Por eso te amo, por tu ambición. Mirá, tengo la piel de gallina. Pero no por el fantasma, por vos. Vos me das miedo.

Dolores: (entre sollozos, mirando asustada al fantasma) Está ahí… está ahí…

Facundo se da vuelta y mira el rincón.

Facundo: ¿Y qué está haciendo?

Dolores: Abre… Abre la boca y le salen peces… que nadan alrededor de su cuerpo… en el aire.

Facundo (la sacude de los hombros): ¡Basta, Dolores! ¡Basta carajo!

Se levanta y mira de reojo el rincón.

Facundo: ¿Por qué no me contás el resto del plan así vamos más rápido? ¿Yo salgo corriendo por la puerta gritando “fantasma, fantasma” y vos te quedás con toda la guita? ¿Es así? (se tranquiliza) Bueno, yo tengo uno mejor. Vos subís a ponerte el disfraz de viuda lastimera, vamos a la iglesia a despedir al pobre profesor y después paramos en un McDonald´s camino a Cancún. Nos casamos y enseguida te empiezo a hacer pibes a lo loco. (Le acaricia el pelo en silencio) ¿Qué vas a hacer con toda esa plata vos solita?

Dolores: Sí. Vamos. Vayamos ya. Sin nada. Nosotros solos. No necesitamos nada de ese viejo asqueroso. Que se pudra con lo peces.

Dolores se levanta y va hacia la puerta, pero Facundo la agarra de la muñeca.

Facundo: Decime la combinación y andá a cambiarte.

Dolores responde que sí con la cabeza e intenta sonreir, pero de pronto se da vuelta asustada y empieza a retroceder de espaldas.

Dolores: No. No. ¡No!

Facundo: ¿Qué pasa?

Dolores: Salí, correte. Me está mirando. Viene. (Grita y se desmaya)

Facundo: ¡Dolores!

Facundo se tira al piso y avanza hasta Dolores mirando para todos lados. Dolores se sacude con un espasmo de poseída. La mesita da una vuelta en el aire sin que nadie la toque. Dolores empieza a escupir sangre.

Facundo: ¡Dolores!

Facundo se levanta para salir corriendo pero se tropieza con algo y cae. Se vuelve a levantar y está a punto de salir corriendo, pero se detiene. Avanza hasta la mesa y se queda parado un rato en silencio.

Facundo: Dolores.

Silencio.

Facundo: Dolores.

Espera unos segundos y después se agacha y tira de un hilo de tanza que está atado a una de las patas de la mesa. La pierna de Dolores se sacude.

Facundo:
¿Tanza, mi amor? ¿En serio?

Dolores se levanta de mal humor y se limpia la sangre de la cara. Va hasta la caja fuerte, se sienta en el piso y hace girar la ruedita. Facundo se para atrás de ella. Dolores abre la caja fuerte y los dos sonríen.


Dolores: Un solo pibe me podés hacer.

Facundo: Tres.

Dolores: Uno.

Empiezan a meter los billetes en un bolso.

Facundo: Se va a aburrir.

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