martes, noviembre 29, 2005

Las dos opciones de alguien que no propuso el juego

Los lugares eran cómodos a la mirada de un animal que nacía de la montaña para seguir pasando las páginas sin leer una palabra. Antes pero no muy lejos, unos pocos hombres nombraban algunas cosas que nadie sabe apoyar con suavidad. Atrás la música parecía no invadir el espacio y tampoco contrariaba la moral de esa mujer. Pero no siempre había sido así, rotas las costumbres, restaba mirar fijo un punto, sin siquiera pensarlo, como quien no se levanta al caer. Era motivo de alarma, y sin embargo los ruidos desistían porque nadie había ya que hablara el idioma: eran inválidos. Y su olor era como pasos que miran al costado y no cruzan la calle por saberse, antes que nada, indignos de verlo entero. Y era cada vez más evidente. No volvían y una sospecha rondaba las cabezas; no eran ellos los únicos en haber descifrado la mentira. Aun entonces seguían las noticias del frente y a cada rato llegaban en harapos los únicos otros socios del secreto, dejaban, apenas entrar, unas monedas en el cenicero, y caminaban todo el campo tratando de entender porqué. Y les quedaba un solo hilo, que ni se inclinaba dócil, ni formaba algo más grande que sí. Era por ese único motivo que ya perdía fuerza y se le notaban las canas, que picaban varias veces antes de darse por muertas y seguir contando dinero (aunque alzarse en manos, doloroso como fuera, parecía no intimidarlos tanto como el piano). Por ultimo les dio su tarjeta, tenía otra hija que no había nombrado, y se dio a la fuga.

Posible conversación entre alguien y otro alguien.

Alguien: ¿Qué preferís, volar a la velocidad que caminas o correr a la velocidad de Flash?
Otro alguien: Hmmm… Volar. Toda la vida.
Alguien: No se, pensá que si podes correr a la velocidad de Flash ahora mismo te podes ir a España a desayunar con Flopi y Andy y estar aca a tiempo para jugar al monopoly con los chicos. Otro alguien: No, pero está el mar entre medio.
Alguien: Pero Flash puede correr encima del agua.
Otro alguien: Ah, eso cambia todo.
Alguien: Igual está bueno volar.
Otro alguien: Si, eso si.

lunes, noviembre 28, 2005

Ella Lefín

Ella Lefin es lo que se dice una mujer de estatura media, pero es muy modesta y no le gusta mucho hablar de eso. A Ella la descubrió ernesto mientras caminaba por la calle. Ese día llovía y ernesto, desparaguado, caminaba bajo los balcones que le servían de techo. Doblando por la esquina vio una mujer que caminaba hacia el y enseguida notó su estatura media. A pesar de tener paraguas, Ella también caminaba bajo los balcones, y cuando, a mitad de cuadra, se encontraron, ernesto fue quien debió desviarse y mojarse de gotas. No sin cierta molestia y humedad, ernesto siguió caminando, pero a los pocos metros una ira justiciera le dictó volver sobre sus pasos para increpar a aquella mujer aduciendo cuestiones de Lebensraum. El resultado fue una de las amistades más hermosas que hayamos conocido Natasha ernesto y yo.

Ella Lefín es dipsomaniaca, pero cuando no ocupa su tiempo bebiendo grapas en nuestro pórtico, siempre hace cosas divertidas. Un buen ejemplo es el complejísimo sistema de espejos que instaló en el jardín y que nos permite ver, simultáneamente y sin superposición, todos los puntos del planeta, con la obvia excepción de un cementerio en Ginebra.

Ella Lefín no es de esas personas. Puede mostrársele una pared totalmente destruida o una injusticia social, y ella, Ella, las mira como si no fueran una pared o una injusticia social sino todo lo contrario. Esto exaspera a Natasha que siempre quiere protegerla porque hoy en día hay mucho aprovechado. Natasha trata de instruirla en las diferencias, pero Ella Lefín se acuesta en el piso con los ojos muy abiertos hasta que Natasha se va llorando o riendo.

Otro juego

Este consiste en ofrecer dos posibilidades que esten suficientemente balanceadas como para que sea dificil contestar.

Ej: ¿Que preferis...

...correr a la velocidad de flash o volar a la velocidad que caminas?
...tomar dos litros de pis o comer una cucharada de caca?
...saber Kung Fu o saber aleman?
...ser o no ser?
...saberte el atlas o la guia T?
...ser cristian castro o una caja?
...ser dislexico o daltonico?
...que las Malvians sean argentinas o una muy buena chaqueta de cuero?

Otro juego

jueves, noviembre 24, 2005

Simon + Mateo


Este chabón se parece a una mezcla entre Simón y yo.

Que queres? continued

Taba mirando viejos posts y viejos coments y encontré esto. Quiero jugar al mismo juego. Consiste en decir que querés usando sólo tres palabras.

Ej: Que vuelva Perón
salvarme por poco
usar tu cepillo
Subir el volumen
comerme tus dientes
pincharme las venas
repetir quinto grado
ser como Lenny
Parecerme a Carl
mirar tu espejo
comprar mucha basura
repetir quinto grado
repetirlo otra vez
pagarte un café
Que juegen conmigo
a este juego
de tres palabras.

O el ejemplo ejemplar de Ezequile H. Schmoller:

embarcarme en esto
menos desigualdad social
obviar a freud
coger con mamá
matar a papá
ser menos irrelevante
obnubilar a teenagers
dormir con botas
ahogarme en fanta
estornudar y ver
despabilamrme un poco
perder mi virginidad
filmarte toda desnuda
fusilar a dorrego
suicidarme con vos
una pollerita escosesa
oler tu bombacha
no tener perro
que la legalicen
quiero todo esto
muchos menos celulares
y más amor

lunes, noviembre 21, 2005

Trébol, carró.

Paco retiró la mirada un segundo de las cartas para mirar el pilón de fichas que se amontonaban desordenadas en el centro de la mesa. Cuando volvió a mirarlas habían cambiado. La experiencia le dictó contener toda expresión de asombro, pero dentro de sus zapatos sus dedos de enrollaron para adentro. Recién después de soltar una bocanada de aire largamente contenida, se dio cuanta de que el cambio lo favorecía. El par de ochos que había devenido full de nueves y damas era un regalo y debía tomarse como tal. Paco apostó todo. Incluso el anillo de bodas que conservaba a pesar de su viudez. Entonces relajó la antigua costumbre de esconder toda emoción y sonrió ampliamente mostrando un colmillo con un arreglo negro.

Del otro lado de la mesa Sergio sudaba abundantemente. Hace horas que jugaban y ya le era difícil mantener la concentración. En esa misma mano había creído que tenía un par pero luego las cartas resultaron ser un full. En el full ni siquiera figuraban las cartas que antes habían conformado el par y Sergio creyó que tal vez le habían tocado en otra mano. Todo estaba en juego para el. Esta jugada podía salvarlo, al menos por un tiempo, de la ruina, o sumergirlo para siempre en deudas impagables.

A su Izquierda, Alex ya no jugaba delicadamente con el escarbadientes, sino que lo mordía convirtiéndolo en astillas que escupía en el cenicero. Las cartas habían cambiado, no había duda. Alejó con una mano la botella de vino. Habían cambiado. En un principio eran un par y ahora eran un full. El milagro le había dado coraje, pero en apuestas tan altas un full no era invencible.

Horacio miraba las cartas fijamente. Esperaba que volvieran a cambiar. El las había visto pasar de un par a un full y tuvo que levantar los codos de la mesa para no sacudirla con sus temblores, y alertar a los demás. Los números y los palos habían desaparecido de a poco y habían aparecido otras cartas. Ahora, con todas las fichas en el pozo del medio, esperaba que las cartas volvieran a convertirse en las anteriores como un chiste cruel del destino.

“Bueno”, dijo Paco triunfante y abrió su mano. Uno a uno fueron mostrando las suyas y un silencio largo se instaló. El ganador cerró los ojos.

domingo, noviembre 20, 2005

El calor y la luz

Renato bebió el último trago de ron (el último trago que probaría en su vida) y pagó la cuenta que incluía el cuadro que había roto por accidente. Palpó a través de su pantalón el contenido de su bolsillo para constatar que la piedra siguiera ahí. El gesto era un recaudo innecesario, la piedra irradiaba una tibieza constante que le calentaba la pierna y le hacía imposible olvidarla.

Caminó hasta la puerta cruzando el piso pegajoso, y el chillido de sus zapatos hacia eco en el bar desierto. Al salir a la calle la luz lo cegó un instante y, como si cualquier cambio requiriera volver a asegurarse de la presencia de la piedra, llevó su mano al bolsillo. En un charco que se había formado contra el cordón de la vereda, Renato vio un billete sucio y arrugado. Al levantarlo vio un número de teléfono que él mismo había anotado unos meses atrás. Recordaba haber comprado balas con ese billete porque había tenido que anotar el teléfono en un papel antes de entregarlo.

La herida en la espalda le había dibujado un círculo de sangre en la camisa y Renato recién ahora lo notaba. Metió dos dedos por debajo de la campera y los sacó rojos y mojados. Pero no se preocupó porque el tiempo que le quedaba no alcanzaba para que muriera desangrado. Se lavó los dedos en el charco y se sentó a esperar que alguien le hablara.

Una señora le habló. Traía un rodete atravesado por un lápiz sin punta y Renato pensó que la favorecía ese peinado. La mujer le preguntó si esperaba el colectivo y Renato sin contestar retiró la piedra de su pantalón y se la ofreció con la palma de la mano muy abierta. La mujer miró para otro lado pero enseguida notó el resplandor apagado con que la piedra brillaba.

La mujer extendió un dedo tímido y tocó la piedra, pero enseguida lo retrajo al sentir el calor. Miró los ojos de Renato que ya se ponían grises y nublados a medida que iba muriendo. Echo una rápida mirada a ambos lados, y sin notar que un hombre la observaba desde un balcón, huyó robando la piedra.

Renato sintió que la vida le volvía. Consideró volver al bar y beber otro ron con el billete que había encontrado. Nada se lo impedía.

viernes, noviembre 18, 2005

El atico de Colton

Colton bajó el cuchillo y la mostaza, e inclinó la cabeza para oír mejor. ¿Acaba de crujir la escalera de madera? Después de unos segundos, se dijo que era su imaginación y agregó otra feta de salame. Pero pronto otro crujido interrumpió el sanguiche y esta vez era innegable, había alguien más en la casa.
Dejó el cuchillo en la mesada, pero pensándolo mejor volvió a agarrarlo. Prendió la canilla y lo enjuagó rápida pero eficazmente. Apenas cerró la canilla otro crujido lo alarmó. Pero este parecía venir de más arriba, del ático. Con una mano temblorosa secó el cuchillo con el repasador y colgó el repasador en un gancho. Empuñó el arma y avanzó con pasos lentos hacia la escalera.
Cuando ya pudo ver los primeros escalones, lo sorprendió la luz verde que manchaba la pared. Pero cuando vio que la luz tornaba roja, azul y otros colores, se dio cuenta de que había dejado el televisor de arriba prendido. Subió los escalones descalzo, para no hacer ruido, pero las viejas maderas eran delatoras. Cada paso era aumentado en su oído por la adrenalina y el silencio reinante. En el décimo escalón, Colton se detuvo a limpiar una mancha en la alfombra con un trapo que llevaba en el delantal.
De pronto escuchó una voz humana. Un especie de murmullo gritado. Como si alguien le estuviese contando un secreto a un micrófono. Colton cerró el puño sobre el mango del tramontina y rezó para darse coraje. Sintió que algo le rozaba la nuca y giró de repente exaltado, pero al darse vuelta vio que era el plumero que llevaba en el bolsillo de atrás, y lo tomó en la mano libre para limpiar las paredes y los escalones mientras subía.
De pronto la voz habló fuerte y las paredes temblaron. Colton apretó la palma de sus manos contra sus orejas y dio un saltó de tres escalones para llegar al primer piso y no rodar, aturdido por el ruido, escaleras abajo. Ahí permaneció un rato. Las orejas le sangraban y estaba sordo. Trataba de controlar un intenso mareo que no lo dejaba pensar en nada por más de unos pocos segundos. Colton pasó en el suelo unos minutos, limpiando la sangre del piso con el trapo. Pensó en los vecinos y en que pronto llegaría la policía. Pero el tiempo pasaba y nadie llegaba. Colton quería saber.
Se levantó con considerable facilidad y sólo necesitó apoyarse contra la pared los primeros pasos. La puerta del atico estaba abierta. Colton subió a duras penas los empinados escalones y empujó la puerta lentamente.
Lo unico que logró entender fue un ojo enorme y celeste. Después cerró con fuerza la puerta quedando del lado de afuera. Se sentó en un escalón, y antes de desmayarse por unos segundos, reconstruyó la imagen que acababa de ver. No era un ojo, era una cabeza entera. Y lo que es más, era su cabeza.
Cuando volvió en si la puerta estaba un poco abierta y una lengua parecía estar intentando abrirla del todo. Colton, tal vez por instinto, pateó la puerta para adentro golpeando la lengua con el filo. De nuevo temblaron las paredes y una lámpara cayó al piso, pero esta vez Colton no pudo oírlo. La lengua había dejado un charco de saliva y Colton lo limpio hasta donde llegaba. Levantó la cabeza y la vio. Ocupaba cada rincón del cuarto.
La lengua volvió a salir, rapida como un rayo y Colton salvó la vida por poco, tirándose a un costado donde la mugre abundaba. Al tiempo que se incorporaba y pasaba el plumero por los sócalos, se parapetó detrás de una columna y gritó sin oír su propio grito.-¡Soy vos! ¡Soy yo!-
Un silencio siguió y girando un poco, Colton vio que la cabeza lo estaba mirando. No directamente, sino reflejado en un antiguo espejo que estaba contra la pared. Su expresión era de gran asombro, y movía la nariz de lado a lado. Colton se atrevió a salir de detrás de la columna para mostrarle a la cabeza que el tampoco podía explicarse nada. La cabeza habló, pero las paredes apenas temblaron porque hablaba en voz baja. Colton leyó en sus labios la palabra “como”. No pudo oír la entonación, pero supuso que lo había dicho en forma de pregunta. Colton Gritó a su vez- ¿Cómo… como es posible?-
La cabeza dijo una frase que no era muy larga, pero Colton no pudo leerle los labios esta vez y apunto a sus propias orejas para explicar que estaba sordo. La cabeza lo miro y pareció entender, porque enseguida hablo más lentamente. –Somos lo mismo- Dijo.
Colton asentía anonadado y con un pie empujaba un papelito hacia el rincón. Unos segundos pasaron. La cabeza empezó a sudar y en sus ojos estaba el pánico. Ambos se miraban, y Colton habló primero. –Esta es mi casa- Dijo. –¿Como llegaste?- La cabeza habló lentamente pero Colton no alcanzó a entender. Sacudió la cabeza de lado a lado y abrió los brazos. -No entiendo- gritó. Pero enseguida sintió una presión enorme en las orejas y con un “plop” recobró en parte la audición.
La cabeza, creyendo que Colton aun estaba sordo, habló lentamente, modulando cada palabra como quien le habla a un extranjero. –Metí la cabeza en un lago y en vez de mojarme aparecí acá.-
-Ya puedo oírte- fue la respuesta de Colton que miraba con asco una mancha de humedad en la pared –Hablá mas bajo-
La cabeza, pestañando muy seguido, volvió a hablar y esta vez Colton la escuchó con atención. –Estaba en un lago, metí la cabeza en el agua para refrescarme y aparecí acá, en mi ático.- Una lágrima enorme caía por su cara y Colton se apresuró a secarla antes de que tocara el piso de madera.
-Es… es imposible- Las pupilas de Colton, dilatadas por el miedo, eran círculos enormes y negros.- ¿Dónde está tu cuerpo?-
-En el lago, supongo. No puedo sentirlo.- Mientras hablaba gotas de saliva, que eran minúsculas en relación a la cabeza pero considerables comparadas con Colton, salían de su boca. Colton las esparcía con la suela de sus botas o las secaba con el trapo.

jueves, noviembre 17, 2005

Equidistante de todo

Un hombre sonríe. Mira fijo la pared y sonríe. Mira unos crayones y unos lápices desordenados sobre la mesa, y sigue sonriendo. Sin dejar de sonreír, mira unas botellas vacías alineadas contra la pared. Mira a sus hijos, que son diminutos y juegan con unos cubos amarillos, y sonríe. Mira la tapa de un libro, rojo el lomo con letras doradas, y sonríe aun. Sonriendo abre el libro y lee las palabras. Todas lo hacen sonreír. Sonríe mirando una mujer que sale de la ducha con una toalla atada a la cintura. Sonríe mirando sus propios pies que caminan. Abre la ventana y lo que ve lo hace sonreír. Le sonríe a su sonrisa en el espejo, y su reflejo le sonríe a cambio. Sonríe al tropezar con una maceta en el balcón. Sonríe al ver su mano que no llega a la baranda. El cielo, mientras cae, le provoca una sonrisa. Sonríe aun (sin saberlo) mientras le cubren la cara con la sabana.

miércoles, noviembre 16, 2005

Post secrets

Siempre quise mandar un secreto a post secrets, pero hoy hice uno y entré para fijarme adonde lo tenía que mandar y me enteré de que no se puede mandar por mail. Bummer. Se los cuento a Uds envés.:

Para ser leído en braile

Pasajeros del segundo viaje del Titanic, esquimales con rifles, grandes oradores, veganos sádicos, sordos como Bach, putas viejas, vírgenes suicidas, paracaidistas narcolepsicos, fumadores de segunda mano, locos lindos, deformes que vestidos no se nota, buscadores de metales en la playa, enviados del diablo, pacifistas sin razón, mujeres que no se afeitan, bilingües de ningún idioma, ermitaños en Tokio, nacidos por cesárea, el ultimo mohicano, Pete Sampras, mellizas incestuosas, el hombre que dejó el árbol, madres adoptivas, Menard besando la mano de Cervantes, curas que no tocan monaguillos, madres adoptivas, alguien que pensó esto mismo, arquitectos muertos, abogados muertos, andinistas muertos, modelos de belleza, farmacéuticos drogadictos, ciclistas en moto, moralistas de los de antes, cardiacos en Marte, quiosqueros con cambio, taxidermistas disfrazados de su madre, alguien al azar, jugadores de polo con una sola cosa en mente, libidinosos con caspa, Natasha, séptimos hijos varones, el ultimo de la fila, alfiles de ajedrez, turistas en Irak, dos personas que se van de una fiesta, los que imitan a Elvis, politólogos enanos, monógamos infelices, caníbales glotones, multitudes con nada mejor que hacer, meteorólogos sin paraguas, alguien que se acerca, los que no están en esta lista, casados en terceras nupcias, secretarias ejecutivas que visitan a su madre en el manicomio, saxofonistas en vilo, el que vive de rentas, londinenses que ahuyentan moscas con la mano, un pirata cojo.

martes, noviembre 15, 2005

Natasha ernesto y yo

ernesto, “el dueño de la verdad primera” (como ha insinuado que quiere ser llamado) guarda la verdad en el cajón de una cómoda. Expertos de ámbitos variados fueron invitados a cenar a casa y se les mostró a todos la verdad con la intención de determinar si era la primera. Un botanista de renombre la miró un rato con lupa y dio su veredicto: “es la vigésima tercer verdad”. Natasha se atragantó con un pedazo de pan. ernesto, enfurecido por la evidente falta de profesionalismo del botanista, lo mató con un cuchillito de manteca.

Un ciclista que vino a casa para ver la verdad de ernesto la miró apenas y soltó aire burlonamente por la nariz. “Esto ni siquiera es una verdad”, dijo “parece más bien un ovillo de lana o un calefón”. Durante el resto de la cena reinó el silencio, pero cuando el ciclista quiso irse a su casa, encontró en vez de su bicicleta, un triciclo rosado.

Una socióloga que vio la verdad ya había hablado con el botanista muerto y tenía miedo de correr la misma suerte. Afirmó temblorosa que era la verdad más primera que hubiera visto en su vida y que si existía una verdad más primera que la de ernesto, ella lo ignoraba. ernesto, encantado, la tomó por esposa.

jueves, noviembre 10, 2005

La chica se salva

Ya eran después de las seis y Alonzo pensó en huir con el dinero. El no sabía que Felix había matado a los perros de la estancia para que no ladraran. Pensó en Paula. No podía llevarla en ese estado, tendría que dejarla. Una pena. Entró al cuarto pateando botellas y trató de levantarla del suelo, o al menos alejarla un poco del vomito. Pero después optó por abrir una ventana y dejarla donde estaba. Felix la mataría de cualquier manera.

Buscó las llaves del auto en el bolsillo del saco y avanzó hacia la puerta. Escuchó un motor pero los perros no ladraban. En el primer escalón de la escalera había un tuvo de plástico macizo y Alonzo no lo vio. Rodó escaleras abajo rompiéndose la cervical contra el filo del ultimo escalón.
Pasaron varios minutos y Alonzo hacía intentos desesperados por levantarse.

La puerta se abrió y Felix esbozó una sonrisa enorme al verlo en el suelo. Se acercó hasta casi tocarle la nariz con la punta de sus botas y dejó caer una línea de saliva larga y espesa que golpeó a Alonzo en la ceja y bajó hasta el ojo. Después, sin una palabra, prendió un cigarrillo y quebró la rodilla de Alonzo con el taco de su bota. alonzo gritó de dolor, pero enseguida se dio cuenta de que no sentía nada y pasó a la desesperación silenciosa.

Felix: ¿Paula?
Alonzo: A-a-arriba.
Felix: ¿No te duele?
Alonzo: No
Felix: ¿Está borracha?
Alonzo: (Sollozos)
Felix: Te pregunté si esta borracha, llorón.

Alonzo no pudo contestar y Felix le disparó tres tiros en la pierna izquierda. Gritó con los ojos muy abiertos y rojos. Las lagrimas y el escupitajo se confundieron en un único rió que bajaba por su cara. Enseguida apretó los labios fuertemente y siguió gritando con la garganta. Felix se agacho hasta estar muy cerca de su cara y le volvió a preguntar si Paula estaba borracha.

Alonzo: Est-está muerta… yo la maté.
Felix: Siempre supe que iba a enviudar joven. ¡Que piernas! Es una lastima su inclinación al alcohol y los parapléjicos de futuro incierto.

Alonzo levantó rápido la cabeza y alcanzó a morder la nariz de Felix. Un segundo después Felix disparó dos tiros en el estomago de Alonzo y se levantó dejando una línea de sangre que se mantuvo un instante quieta en el aire, y después llovió sobre la cara inmóvil de Alonzo.

miércoles, noviembre 09, 2005

Natasha ernesto y yo

Natasha dice que si no fuera por los juegos de mesa de los martes nada tendría sentido. El lunes ya se huele en la casa el perfume de su entusiasmo y se la escucha caminando el largo del pasillo una y otra vez. Cuando llega el martes hay que atarla a la biblioteca para que no rompa todos los cuadros por la emoción. A eso de las ocho la desatamos y empiezan los juegos de mesa. Siempre empezamos por poner la mesa al revés y jugar a los emigrantes cubanos. Nos subimos a la mesa y el comedor sirve de mar. Los riesgos son muchos, tenemos que luchar contra enormes monstruos oceanicos y barcos de la marina estadounidense. Cuando llegamos remando a la cocina ernesto dice que es Miami y todos tomamos mojitos y compramos aparatos que reproducen DVDs.

Natasha revisaba los libros viejos (esos que pierden las hojas cuando se los saca del estante) y las hojas que caían se transformaban en polillas antes de tocar el piso. ernesto, que miraba con horror desde el sofá, perdió todos los dientes de leche por el susto. Yo me paraba contra la pared y le pedía a Natasha que por favor dejara en paz a Ibsen. Pero Natasha, Dios la bendiga, no me hizo caso. Apenas tocó “Casa de muñecas” las hojas temblaron con una furia llena de clorofila y árbol. El papel echó raíces que se extendieron por el cuarto y rompieron las ventanas. Una rama que creció del segundo acto me tomó por la cintura. Nunca más volvimos a verme.

Estamos dándole los toques finales a nuestro segundo disco. La banda se llama “Los ernestos” y somos muy grandes en Japón. La critica, a mi entender, fue un poco generosa al calificar nuestro primer trabajo de “una basura inescuchable”.*


*Clarín

lunes, noviembre 07, 2005

Alggio Pastini

Ernesto inventó un nuevo tipo de mentira. Consiste en mentir arrepentido, pidiendo disculpas, rogando perdón. Ahora la usa con frecuencia. Natasha le pregunta si se comió el ultimo alfajor y ernesto dice que no, que lo siente muchísimo, que el no ha sido y que merece ser repudiado. Yo, más tarde y en privado, le comento lo evidentes que son sus mentiras para el que las mira de afuera. El contesta que el no busca engañarnos ni a Natasha ni a mi, sino a Jesús, que no oye las palabras sino que ve las intenciones.

Alggio Pastini ya no frecuenta nuestro barrio. Natasha dice que debe haberse perdido. No concibe que ya no quiera vernos. ernesto escupe en el suelo y dice ni siquiera acordarse de su cara, pero después se pone las gafas cromadas y ya no podemos verle los ojos. Yo cuando recuerdo a Alggio Pastini soy como el manco que siente algo rozar contra su mano ausente.

Natasha instaló las barras paralelas en el patio con la esperanza de que ernesto y yo las usáramos para lastimarnos. Yo me lastimé un poquito.

Vinieron a entrevistar a ernesto de una radio y una revista. Al principio ernesto los trató bien y les ofreció café. También intentó mostrarles un par de sus obras más recientes, pero pronto notó que no les interesaban y que sólo estaban allí para hacer notas amarillistas sobre su monstruosa altura. Los pisó. Así nomás. Sin decir agua va.

Natasha hizo un pequeño altar y puso fotos de Alggio Pastini bajo una vela que mantiene siempre encendida. ernesto se burla de ella durante la cena, pero lo he visto mirar el altar de reojo, como si fuera el cadáver de Alggio. Yo no creo que el altar vaya a cambiar de forma alguna la dolorosa ausencia, pero me gusta mirarlo mientras acaricio al pelaje de Euclides.

En un acto que hicieron, a Natasha a ernesto y a mi nos tocó hacer de granaderos. Fuimos a una librería y compramos unos cosos de cartulina que te atas atrás de la espalda y pareces un granadero. Antes de ponernos los trajes nos daba un poco de vergüenza, pero después resultó que algunos otros habían comprado el mismo. A uno de los chicos, incluso, se lo había hecho la mamá, que por el aspecto del disfraz era alcohólica o pelotuda.

“…pero antes de que pudiera articularlo, sonó la alarma y ya era tarde. Natasha soltó la pala e hizo ademán de agacharse a buscar el rifle. Una voz aumentada por un megáfono le advirtió que no lo hiciera si no quería terminar como un queso agujereado. Era el momento de que ernesto y yo saliéramos de las sombras, y usando nuestras ultimas fuerzas…”

Alggio Pastini llegó con regalos. Había regalos para Natasha y para ernesto también. Había regalos para mí. Nos dijo que asuntos urgentes lo habían llevado al exterior y que no había tenido tiempo para avisarnos. Natasha y yo lo agasajamos en la cocina con Tang y otras delicias, mientras ernesto miraba con aire de indiferencia desde el umbral de la puerta. Pero yo vi que después, cuando ernesto se despidió de Alggio Pastini, le dejó la solapa del saco un poquito mojada.

domingo, noviembre 06, 2005

Natasha ernesto y John

Natasha, cansada de ganar y ganar, apostó todo al treinta y siete rojo. Al principio el crupier se negó diciendo que las normas de la casa no lo permitían, pero Natasha lo miró fijo un rato y no se habló más. Ocurrió entonces que el crupier (temblorosa su mano bajo el escrutinio de la mirada celeste de Natasha) soltó la pelotita desprolijamente. Esta tocó la ruleta y salió disparada a gran velocidad, rebotó en el monóculo de dos o tres jugadores que la miraban absortos, salió rebotando por la puerta del casino y entró por la ventana del colectivo treinta y siete. Cartel rojo.

ernesto, sin la corbata, mojaba la vainilla en un vaso de Tody. Un ruido como de licuadora oxidada partiendo huesos de pollo lo distrajo un momento y ocurrió la tragedia: La vainilla se humedeció demasiado, se partió y cayó dentro del vaso. Hubo que usar cuchara para recuperarla. Fue feo.

viernes, noviembre 04, 2005

super, man.

martes, noviembre 01, 2005