domingo, febrero 18, 2007

Los dedos de un piano

Cuando Natasha terminó de hablar en la plaza, se hizo evidente que debíamos irnos. El tiempo era un factor. Una maniobra fantasma para despistar, las alcantarillas, un trote rápido hasta la casa, y no pusimos a empacar. Dada la multitud enojada que se agolpaba en la puerta, decidimos viajar ligeros. Cada uno podía llevarse tres cosas. Tantas cosas había que queríamos llevar, que tardamos algunos meses en decidirnos. Acá, nuestra selección:

Natasha:

1) Un copetín a medio comer. Sardinas (3) Salame picado fino (25 Kg) aceitunas (2 mas o menos).
2) Un cubano bastante amigable.
3) Un picador que está buenisimo como pica y además es muy flashero porque tiene un dibujo re chino en la parte de arriba, y en la parte de abajo, nada que ver, tiene un árbol muy limado que tiene un montón de fruta medio loca. La verdad, una masa que Natasha lo haya agarrado porque si no lo hubiera metido en mi lista, y hubiera tenido una cosa menos para elegir.

ernesto:

1) Las lamparitas de bajo consumo, el tabaco de pipa, las monedas de cinco, el timbre de la casa, la misión secreta, las botas de piel de serpiente, las dos cuchillas de una tijera, la campana, un salero con forma de hongo, las tres ultimas paginas, la cara mojada de una piedra, los cinco mares, un llavero, el mejor maletín que el dinero puede comprar, otra adivinanza, un agujero en el cuerpo, una de las primeras fiestas, este humo, un cuarto reflejado en un vaso de sprite, una serpiente hecha de botas, los dedos de un piano, la esgrima como disciplina olímpica, la ultima semana de ayuno.
2) Su gomera.
3) Un bolígrafo estropeado.

Yo:

1) Mi ulcera.
2) Enumeraciones inconexas.
3) El capitulo que Homero va al espacio.

miércoles, febrero 07, 2007

Verano



lunes, febrero 05, 2007

La espina

El polvo en las calles es suficiente para mantener a la gente en sus casas, pero a esto se suma que todos en el pueblo saben que habrá sangre en las calles. Por eso el sherif cruza solo la calle hacia la imprenta, sosteniendo un periódico en una mano. Hace pocos minutos mató un pequeño ratón con la espuela y el animal aun está clavado a los filosos pinches. Los intestinos del ratón obstruyen el mecanismo impidiendo que la ruedita gire. El viento es ensordecedor y casi no puede verse nada por el polvo.
El sherif entra y cierra la puerta. Sentado ante una mesa lo espera el editor del diario con una botella de aguardiente en una de sus garras. No hay nadie más, todos huyeron a sus casas.

Editor: Grrrr. Veo que trajo su propia copia.
Sherif: Vengo a matarlo.
Editor: Bien sabe que lo se. Y también sabe que al no tener pulgares, no puedo sostener una pistola. Pero yo también tengo un arma: dos sillas y una botella de agua ardiente. Sientese un momento, sherif, me matará después de una copa.
Sherif: Te mataré cuando me de la gana.
Editor: GRRRrrrr.
Sherif: …Una copa, gatito. A tu memoria.

El sherif avanza en dos grandes pasos hasta la silla vacía. El editor escucha el cascabeleo de una espuela, pero el otro paso sólo hace ruido a madera. Mira para abajo, y ve el ratón muerto. Imágenes de cacería se cruzan por su mente. El sherif se sienta, se sirve en un vaso y sirve un poco en un plato hondo para el editor.

Sherif: Eres un fastidio, me has costado más de lo que crees.
Editor: Sólo dije la verdad
Sherif: Cuando te mate todo volverá a la normalidad. Ya no habrá más valientes. No lograste nada y ahora estas muerto.
Editor: No estoy muerto, estoy aburrido.

El sherif se levanta y apoya la punta de su arma contra la enorme cabeza del editor.

Sherif: Adios, Androcles, salúdame a tu hermano en el infierno.
Editor: Tiene un ratón muerto en la espuela.

Dos horas más tarde…

Androcles: …logrando un nuevo y mejor orden.
Sherif: Nunca lo había visto de esa manera. Desde mañana dedicaré a la justicia y la paz, la misma energía que he desperdiciado en el saqueo y la muerte. Gracias, Androcles.