Un hombre mayor, que ya no duerme
tanto como antes, que ya no está agobiado por obligaciones, cuyos amigos ya no están
o ya no son sus amigos, decide agenciarse un pasatiempo al que dedicarle las
horas muertas que preceden a la muerte. Vende, regala o tira los trastos que
ocupaban el sótano húmedo, pero conserva la mesa de ping-pong, sobre la cual va
construyendo, de a poco, una ciudad en miniatura. Trabaja minuciosamente desde la
nostalgia, y cada detalle evoca tiempos más simples y más puros. Al cabo de seis
años de labor constante, las casitas, el tranvía, la biblioteca y las escuelas
ya ocupan el total de la superficie edificable. El viejo se ve obligado a
comprar otra mesa de ping-pong para poder seguir llenando el ocio. Seis años después
la segunda mesa ya está llena y, al ver que no hay lugar en el sótano para una
tercera mesa, el viejo, con el pulso firme y resuelto, levanta una plaza para
dar lugar al primer edificio.
viernes, febrero 20, 2015
domingo, febrero 15, 2015
Observación
Con Quielo le mandamos un mail a Nik:
Señor Nik,
Desde hace años leemos su tira “La foto que habla” de La Nación y le queremos comentar algo que empezamos a notar desde hace un tiempo.
Entendemos que el mecanismo de la viñeta consiste en elegir una foto que muestre una situación determinada y luego agregarle un texto que la resignifique, contradiga y/o subraye, con intenciones satíricas. Por ejemplo, en este caso, en el que Maradona, manejando un yate y fumando un habano, enarbola un discurso de izquierda. Para que la foto “hable”, el chiste debe surgir de la imagen o en contraposición a ella.
Sin embargo, en muchos casos este mecanismo no se respeta. En este otro ejemplo, en el que se ve la Casa Rosada y se traza un paralelismo entre el rating de Tinelli y el ajuste, notamos que el diálogo es autónomo, y no necesita de la foto para entenderse. El diálogo no resignifica, contradice o subraya la foto. La imagen podía no estar y el chiste se entendería igual. Incluso los globos de diálogo vienen de afuera. No sentimos que en este caso la foto esté “hablando”. Esto sucede a menudo en sus trabajos.
No queríamos dejar de hacerle llegar esta observación.
Saludos,
Ezequiel y Mateo
viernes, febrero 06, 2015
Sapito
Cada vez que se agacha con dificultad, el viejo levanta la
misma piedra. Enojado, usa la poca fuerza que le queda para arrojarla sobre la cordillera. Después vuelve a agacharse dolorosamente y levanta otra piedra,
pero otra vez es la misma, y otra vez le sorprende que cada vez sea la misma. Ya
es viejo y las sorpresas no lo sorprenden, así que la tira de nuevo a
algún país vecino, con la esperanza de no volver a encontrarla. Pero, cuando se
agacha a levantar otra, no es otra.
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