Sobre el escenario hay un escenario que ocupa la mitad del escenario. Este escenario está ambientado como un vagón de subte. Debajo de este escenario (pero sobre el escenario real) el director, el guionista y el actor, revisan el guión sentados en sillas.
Actor (Leyendo el guión en voz alta): Buenas tardes señores pasajeros, los voy a molestar en esta ocasión con una oferta imperdible: Se trata de un hermoso departamento en caballito, tres ambientes, cocina, comedor, baño, lavadero, balcón y terraza común al edificio. Mientras habla, el vendedor se agacha y abre el cierre de un bolso bastante grande. Cuando se vuelve a levantar, tiene en las manos tres o cuatro de los departamentos, que va repartiendo entre los pasajeros interesados. Ochenta metros cubiertos, ochenta y cinco en total. Departamento que se abona en inmobiliarias no menos de sesenta, setenta mil dólares, hoy lo lleva por un peso nada más. Un pesito señoras y señores es lo que vale. Para regalar, para regalarse, una verdadera oportunidad. El que quiera ver, el que quiera revisar, sin compromiso de compra, me lo hace saber.
Director: Hasta ahí está bien, gracias Ricardo (El director hace una pausa, se saca los anteojos, y mira al guionista, que está luchando con el envoltorio de una barra de cereal) Acá veo un problema.
Guionista: Si, algunas cosas necesitan una revisión. Hace tanto que no viajo en tren que seguramente el tono del discurso sea anacrónico. Y el precio de los departamentos seguramente haya que actualizarlo, ¿no?
Director: No, no, el tono está bien, o en última instancia, digamos que no es la mayor de mis preocupaciones. Lo que me parece un tanto problemático es esto de los departamentos. Más específicamente, la imposibilidad material de que los mismos se presenten en un vagón de subte.
Guionista: ¿Por una cuestión de costos?
Director: Por una cuestión de tamaño.
Guionista: Ah, si, eso. Yo me imaginé que podíamos hacer como en los clasificados, que cortan las palabras para que ocupen menos espacio. En vez de living ponemos, “liv”, en vez de comedor, “com”, en vez de baño, “bañ”. Es cuestión de economizar.
Actor (Practicando, en distintos registros): Bañ…bañ…bañ…bañ.
Director: (Tocando el hombro del actor) Gracias Ricardo. (Al guionista) A ver: Mi problema no es con el tamaño del guión, sino con el tamaño de los departamentos. Pensemos juntos: Si cada uno mide cuatro veces el tamaño del escenario…
Pausa larga en la que el director hace gestos como para que el guionista termine su frase. El guionista, que ha logrado abrir la barra de cereal, lo mira extrañado mientras mastica.
Director: ¿Cómo hacemos para meter cuatro departamentos en un vagón de tren?
Actor: ¿Dos adelante y dos atrás?
Director: (Con la mirada fija en el guionista) No es una adivinanza, Ricardo.
Guionista: He ahí la magia del teatro. No hay necesidad de hacerles la instalación eléctrica, plomería etc. Y, además, como los departamentos están para alquilar, ni siquiera hay necesidad de amueblarlos.
Director (impaciente): Perfecto. Eso resuelve el problema de la plomería, la electricidad y el amoblamiento. (Hace tres cruces en una lista imaginaria) Ahora queda el temita de meter cuatro departamentos en un bolso.
El guionista extiende un brazo y le arrebata el guión al Actor, que se cae de la silla y queda ahí tirado.
Guionista: (Apuntando a un lugar del guión) Puse “Bolso bastante grande”.
Director (Perdiendo y recuperando la paciencia): ¿Pero dónde se ha visto un bolso en el que quepan… A ver… ¿Qué tal si el tipo vende biromes?
Actor (desde el piso): ¡Biromes!
Sobresaltados, el director y el guionista miran al actor por unos segundos.
Guionista: No, no pueden ser biromes.
Director: ¿Porqué?
Guionista: Esto no es cine, en donde vos haces un primer plano y podes ver hasta los poros de Susan Sarandon. En las tablas, lo pequeño, el detalle, se pierde. Ponete en el lugar del espectador: Vas a ver una obra de teatro en la que un tipo dice estar vendiendo unas biromes, y vos, desde la última fila, mirás y ves que tiene como unos palitos en la mano. ¿Cómo sabés que son biromes? Bien podrían ser termómetros, palitos chinos, abrecartas o destornilladores. Y ahí nomás te ponés a dudar de todo. La cuarta pared se derrumba y chau ilusión. No, decididamente no pueden ser biromes.
Director: Entonces ayudame a pensar, porque tampoco pueden ser departamentos.
Guionista: Si pueden.
Director: No, no pueden.
Guionista: Si
Director: No
Actor: ¡Biromes!
Silencio. El director se levanta, agarra la silla vacía y empieza a pegarle al actor con enorme violencia. Cuando ya parece muerto, el director se arregla un poco la corbata y vuelve a su lugar.
Director (Muy calmo): Tal vez podamos pensar opciones para remplazar los departamentos por alguna otra cosa, dado que así como está el guión, sería muy difícil representarlo.
Guionista: Yo no… A mi… Me parece bien
Director: ¿Qué te parece si hacemos que venda relojes?
Guionista: Si, relojes. Eso.
Director (anotando algo en el guión): Bien, bien. Ya siento que avanzamos.
Guionista: Si.
El guionista, notoriamente asustado, aprovecha un descuido del director para huir. Se baja del escenario y corre por el pasillo, entre el publico. En el apuro, se le cae una pizzeria del bolsillo.
Actor (Leyendo el guión en voz alta): Buenas tardes señores pasajeros, los voy a molestar en esta ocasión con una oferta imperdible: Se trata de un hermoso departamento en caballito, tres ambientes, cocina, comedor, baño, lavadero, balcón y terraza común al edificio. Mientras habla, el vendedor se agacha y abre el cierre de un bolso bastante grande. Cuando se vuelve a levantar, tiene en las manos tres o cuatro de los departamentos, que va repartiendo entre los pasajeros interesados. Ochenta metros cubiertos, ochenta y cinco en total. Departamento que se abona en inmobiliarias no menos de sesenta, setenta mil dólares, hoy lo lleva por un peso nada más. Un pesito señoras y señores es lo que vale. Para regalar, para regalarse, una verdadera oportunidad. El que quiera ver, el que quiera revisar, sin compromiso de compra, me lo hace saber.
Director: Hasta ahí está bien, gracias Ricardo (El director hace una pausa, se saca los anteojos, y mira al guionista, que está luchando con el envoltorio de una barra de cereal) Acá veo un problema.
Guionista: Si, algunas cosas necesitan una revisión. Hace tanto que no viajo en tren que seguramente el tono del discurso sea anacrónico. Y el precio de los departamentos seguramente haya que actualizarlo, ¿no?
Director: No, no, el tono está bien, o en última instancia, digamos que no es la mayor de mis preocupaciones. Lo que me parece un tanto problemático es esto de los departamentos. Más específicamente, la imposibilidad material de que los mismos se presenten en un vagón de subte.
Guionista: ¿Por una cuestión de costos?
Director: Por una cuestión de tamaño.
Guionista: Ah, si, eso. Yo me imaginé que podíamos hacer como en los clasificados, que cortan las palabras para que ocupen menos espacio. En vez de living ponemos, “liv”, en vez de comedor, “com”, en vez de baño, “bañ”. Es cuestión de economizar.
Actor (Practicando, en distintos registros): Bañ…bañ…bañ…bañ.
Director: (Tocando el hombro del actor) Gracias Ricardo. (Al guionista) A ver: Mi problema no es con el tamaño del guión, sino con el tamaño de los departamentos. Pensemos juntos: Si cada uno mide cuatro veces el tamaño del escenario…
Pausa larga en la que el director hace gestos como para que el guionista termine su frase. El guionista, que ha logrado abrir la barra de cereal, lo mira extrañado mientras mastica.
Director: ¿Cómo hacemos para meter cuatro departamentos en un vagón de tren?
Actor: ¿Dos adelante y dos atrás?
Director: (Con la mirada fija en el guionista) No es una adivinanza, Ricardo.
Guionista: He ahí la magia del teatro. No hay necesidad de hacerles la instalación eléctrica, plomería etc. Y, además, como los departamentos están para alquilar, ni siquiera hay necesidad de amueblarlos.
Director (impaciente): Perfecto. Eso resuelve el problema de la plomería, la electricidad y el amoblamiento. (Hace tres cruces en una lista imaginaria) Ahora queda el temita de meter cuatro departamentos en un bolso.
El guionista extiende un brazo y le arrebata el guión al Actor, que se cae de la silla y queda ahí tirado.
Guionista: (Apuntando a un lugar del guión) Puse “Bolso bastante grande”.
Director (Perdiendo y recuperando la paciencia): ¿Pero dónde se ha visto un bolso en el que quepan… A ver… ¿Qué tal si el tipo vende biromes?
Actor (desde el piso): ¡Biromes!
Sobresaltados, el director y el guionista miran al actor por unos segundos.
Guionista: No, no pueden ser biromes.
Director: ¿Porqué?
Guionista: Esto no es cine, en donde vos haces un primer plano y podes ver hasta los poros de Susan Sarandon. En las tablas, lo pequeño, el detalle, se pierde. Ponete en el lugar del espectador: Vas a ver una obra de teatro en la que un tipo dice estar vendiendo unas biromes, y vos, desde la última fila, mirás y ves que tiene como unos palitos en la mano. ¿Cómo sabés que son biromes? Bien podrían ser termómetros, palitos chinos, abrecartas o destornilladores. Y ahí nomás te ponés a dudar de todo. La cuarta pared se derrumba y chau ilusión. No, decididamente no pueden ser biromes.
Director: Entonces ayudame a pensar, porque tampoco pueden ser departamentos.
Guionista: Si pueden.
Director: No, no pueden.
Guionista: Si
Director: No
Actor: ¡Biromes!
Silencio. El director se levanta, agarra la silla vacía y empieza a pegarle al actor con enorme violencia. Cuando ya parece muerto, el director se arregla un poco la corbata y vuelve a su lugar.
Director (Muy calmo): Tal vez podamos pensar opciones para remplazar los departamentos por alguna otra cosa, dado que así como está el guión, sería muy difícil representarlo.
Guionista: Yo no… A mi… Me parece bien
Director: ¿Qué te parece si hacemos que venda relojes?
Guionista: Si, relojes. Eso.
Director (anotando algo en el guión): Bien, bien. Ya siento que avanzamos.
Guionista: Si.
El guionista, notoriamente asustado, aprovecha un descuido del director para huir. Se baja del escenario y corre por el pasillo, entre el publico. En el apuro, se le cae una pizzeria del bolsillo.