Dos locos idénticos en un cuarto acolchonado. Los dos tienen chalecos de fuerza. Uno de ellos (Paciente) está acostado en el suelo, el otro (Doctor) está sentado cruzado de piernas sobre muchos almohadones. El Doctor tiene los anteojos de Freud, un lápiz en la boca y una libreta sobre las piernas, y toma notas inclinándose hacia adelante.
Paciente: Me suceden las cosas más extrañas, doctor. Esta mañana prendí la radio y empecé a escuchar voces en mi cabeza que sólo se callaron cuando desenchufé el aparato. Me puse muy nervioso, y tuve la necesidad de fumar, pero mi encendedor se prendió fuego frente a mis ojos y lo tiré instintivamente por la ventana. Mas tarde, a media mañana, empezó a molestarme una incomodidad en la panza junto con un deseo persistente de comer algo, que aumentaban con cada minuto que pasaba y que me impedían concentrarme en mi trabajo. Lo más extraño es que para después del almuerzo ya no sentía ninguna de las dos cosas, habían desaparecido por completo.
El Doctor escupe el lápiz para hablar
Doctor: Interesante. Extraordinario realmente. Usted no padece de absolutamente nada. Es el hombre más sano que he visto en mi vida. Estas vicisitudes que usted vivió hoy, son claramente nada más que una serie de hechos improbables, pero que no por eso dejan de suceder. Lo de las voces en la cabeza, por ejemplo. ¿Sabe usted que en este momento su cuerpo entero está siendo atravesado por ondas? Las ondas de la radio, por ejemplo, nos atraviesan. Es muy probable que lo que usted escuchó fuera un programa de radio.
Paciente (levantando la cabeza): Era, era el programa que yo siempre escucho a esa hora.
Doctor: ¿No le digo? Lo del encendedor es menos común, pero hay registrados casos semejantes. Al oxidarse ciertos microorganismos, generan calor, a veces ese calor es tanto que alcanza el punto de la ignición. A este fenómeno se lo conoce como combustión espontánea.
Paciente: ¿Microorganismos en mi encendedor?
Doctor: No se preocupe, son muy chiquitos. Ahora hablemos de ese extraño malestar en el estómago combinado con el deseo de comer. Estas dos sensaciones las tuvo al mismo tiempo, y es natural que las haya creído relacionadas, pero tienen, en realidad, causas diferentes. Poco tiempo antes de un terremoto ciertas personas manifiestan sentir nauseas, dolores de cabeza o “incomodidades en el estómago”. Se trata de una súbita diferencia de presión que la mayoría de la gente no percibe, pero algunos, como es su caso, sí.
Paciente: Pero hoy no hubo un terremoto.
Doctor: Todavía. El deseo de comer, debo admitir, me tiene un poco azorado. Mi conjetura más firme es que debe tratarse de un problema con su alimentación, ¿Qué suele comer?
Paciente: Burger King
Doctor: Ya veo. (Piensa) Bueno, no me extrañaría que esos locales de comida rápida multinacionales, en su afán por hacer más dinero, sazonen sus hamburguesas con algún ingrediente adictivo. Lo que usted sintió puede haber sido síndrome de abstinencia. ¿Qué comió hoy?
Paciente: Burger King
Doctor: ¿Y enseguida después se le fue el deseo de comer?
Paciente: Sí, casi enseguida. Fue muy raro... Desapareció.
Doctor: No es raro en absoluto. Se trata del círculo vicioso del vicio. Los síntomas de la abstinencia no desaparecen hasta que el adicto le procura más droga a su organismo dependiente, la droga calma los síntomas, pero aumenta la adicción, que lo hace sufrir de abstinencia cuando no puede conseguir su dosis., etcétera.
Paciente: ¿Y qué debo hacer, doctor?
Doctor: En principio, deje de comer por unas semanas.
Paciente: ¿En Burger King?
Doctor: Sobre todo en Burger King.