Estoy solo en casa, escribiendo esto. Suena el teléfono. Atiendo.
Mateo: ¿Hola?
Mateo: Hola, ¿estaba yo?
Mateo: …No…. creo que no. ¿Quién sos?
Mateo: Todavía no soy nadie.
Mateo: Entonces no, no estábas.
Mateo: ¿Me habrás dicho que me llame cuando llegue?
Mateo: ¿Qué?
Mateo: Que me llame cuando llegue
Mateo: ¿Con qué número querés hablar?
Mateo: 4790-0468
Mateo: ¿Y con quién querés hablar?
Mateo: Conmigo.
Mateo: Bueno, cuando llegues te digo que te llames.
Mateo: Gracias. Igual me voy a llamar al celular.
Mateo: De nada, suerte con eso, loco.
Cuelgo el teléfono y empiezo a corregir la conversación que acabo de tener mientras pienso cómo seguir el diálogo.
Suena mi celular. Miro la pantalla: número desconocido. Atiendo. Mientras hablo voy escribiendo lo que nos decimos.
Mateo: ¿Hola?
Mateo: ¿Mateo?
Mateo: Sí.
Mateo: Voy a ser yo.
Mateo: ¿El mismo loco de recién?
Mateo: No. ¿Qué loco?
Mateo: Me acabás de llamar al fijo, el 4790-0468.
Mateo: Ah, sí, ¿ese era yo? ¿Por qué no me dije que era yo?
Mateo: ¿Quién sos?
Mateo: Yo… seré.
Mateo: ¿Yo quién?
Mateo: ¿No sé quién soy?
Mateo: No sé
Mateo. No-se- te ipsum
Mateo: ¿Qué?
Mateo: Es latín.
Mateo: Ya veo. Hola Mateo.
Mateo: Hola.
Mateo: ¿Sos Mateo Ingouville?
Mateo: Sí.
Mateo: ¿Cómo estoy?
Mateo: Bien. Estaré.
Mateo: Me alegro
Silencio
Mateo: ¿Sos Quielo?
Mateo: No.
Mateo: ¿Tazelaar?
Mateo: Sí.
Mateo: Hola, Tazelaar.
Mateo: Será un chiste, seré yo, Mat.
Mateo: Hablame en presente.
Mateo: Es un chiste, soy yo, Mat.
Mateo: ¿Y qué quiero?
Mateo: Nada, llamaba para ver cómo andaba.
Mateo: ¿Me estás llamando desde el futuro?
Mateo: Aja.
Mateo: Te va a salir carísimo.
Mateo: Sí, la tengo que hacer corta. ¿En que andaba?
Mateo: Escribiendo esta conversación.
Mateo: Malísimo. Otra vez la serpiente que se come la cola.
Mateo: ¿Simón?
Mateo: No, Mateo, soy Mateo.
Mateo: ¿Dé qué año me estás llamando?
Mateo: 2010. Junio.
Mateo: ¿Dentro de cuatro meses?
Mateo: Sí.
Mateo: ¿Y es lindo?
Mateo: Precioso.
Mateo: ¿Hay autos voladores?
Mateo: Hay helicópteros, que es más o menos lo mismo.
Mateo: ¿Hay dinosaurios?
Mateo: Mateo, ¿sigo escribiendo todo lo que digo?
Mateo: Sí.
Mateo: Basta, Mat, en serio. Está empezando a aburrir el chistecito de la serpiente que se chupa su propia pija. Me lo digo porque sé de lo que hablo, en estos cuatro meses viví más cosas, experiencias, escribí más cuentos… tengo que bajarle un cambio a la mamuska.
Mateo: ¿Contar algo decís?
Mateo: Eso mismo digo. Una historia.
Mateo: ¿Por ejemplo?
Mateo: ¿Te digo una que acabo de escribir? Cinco minutos antes de llamarte. Escuchá esta joya: Huestes cansinas pastan de mi cuerpo anquilosado.
Mateo: ¿Qué es anquilosado?
Mateo: Maltrecho.
Mateo: ¿De dónde sacaste la palabra?
Mateo: Es una de las muchas cosas que aprendí en estos cuatro meses.
Mateo: ¿Cómo sigue?
Mateo: ¿Qué cosa?
Mateo: Lo que estabas leyendo de las huestes anquilosadas.
Mateo: Era eso solo.
Mateo: ¿Esa frase?
Mateo: Tengo que darle un minuto para terminar de entenderla, ya voy a ver, ya voy a ver.
Pasa un minuto
Mateo: Sí, ya lo veo. Es impresionante.
Mateo: ¿No es cierto?
Mateo: Sí, la verdad que sí. Cuenta una historia.
Mateo: ¿Ahora veo? Ese tipo de cosas tengo que escribir.
Mateo: Sí. Es brillante.
Mateo: Me la regalo, puedo decir que es mía.
Mateo: Ya la usé en un cuento.
Mateo: ¿Cual?
Mateo: Este.
Mateo: ¿Sigo escribiendo todo lo que digo?
Mateo: Sí.
Mateo: Pero, carajo. Voy a cortar para dejar de alimentar esta pesadilla. Adiós, Mateo.
Mateo: Chau, fenómeno. ¿Puedo usar la frase esa para el título?
Mateo: No.
Mateo: La voy a usar igual.