María va a la farmacia. La atiende Rubén.
Rubén: Hola, María.
María: Mirá, Rubén, no te pongas pesado.
Rubén: ¿Yo qué dije?
María: Nada, pero te aviso.
Rubén: De ranas como vos tengo la sartén llena, nena. Llena, nena.
María: Ay, sos muy nabo.
Rubén: ¿Viniste a comprar algo, o a perderte en el azul de mis ojos?
María: No te banco nene, ¿podés ser normal?
Rubén: Vos sos anormal.
María: Vine a comprar curitas.
Rubén: ¿Te cortaste?
María: No.
Rubén: ¿Tu vieja?
María: No.
Rubén: ¿Quién?
María: Nadie, ¿Qué te importa, nene?
Rubén: Tu viejo, con un fierro oxidado del Ford.
María: ¡Que estúpido! (toca madera y se santigua). Nadie se cortó.
Rubén: Entonces viniste a verme.
María: Vine a comprar curitas.
Rubén: No, viniste a buscar una curita para tu corazón enamorado. De mí.
María: ¿Me vas a dar las curitas?
Rubén: ¿Cuáles?
María: Cualquiera, la más barata.
Rubén: No, digo, ¿Cuáles, las que se pegan a la piel o las que arreglan corazones enamorados de mí?
María: Ay, sos muy estúpido. Las compro en el quiosco.
Rubén: ¿Porqué no fuiste al quiosco directamente? Tenías ganas de verme, admitilo.
María se da vuelta y…
…avanza hacia la puerta.
Rubén: Pará, Rabietas, llevate las curitas.
María frena y lo mira. La sonrisa de Rubén desaparece apenas ve los ojos de María cargados de lágrimas e inyectados de sangre. Se queda duro y en silencio, asustado.
María (llorando): ¿Por qué sos tan malo? ¿Qué te hice? Decime, nene, ¿Qué te hice? ¿Te pensás que para mí es fácil venir?
Rubén: Pará.
María: Y no vine para verte, tarado, vine para ver cómo estabas.
Rubén, parado delante de un estante con cientos de remedios, no puede hablar. María camina el largo de una góndola de accesorios y sale por la puerta. Después de unos segundos, Rubén salta por encima del mostrador, tirando un exhibidor de anteojos negros al piso, y sale detrás de María. La encuentra sentada en la esquina, llorando.
María: Dejame en paz.
Rubén: No sabía.
María: ¿Qué no sabías?
Rubén: Perdón.
María: Andate.
Rubén: Mari… Yo pensé que me odiabas.
María: Te odio.
Rubén: No, por favor.
12 comentarios:
lo de Rubén es un homenaje o una conexión sublogiana?
Buenísimo Mat, buenísimo.
Hay un momento que me encanta: "Rubén salta por encima del mostrador, tirando un exhibidor de anteojos negros al piso...". Es la frontera que divide al cuento, donde el personaje cambia de rostro en apenas unas líneas (o en una baldoza). Esa metamorfosis es sutil y es contundente.
Del odio al amor..un solo paso. O salto..
Un beso o 2!
muy agudo el comentario de marcelo birmajer, y tiene razón.
boludo, me rompes el corazon! no ves que estoy sensible?!?!
dale guachin copate y mandame algun boceto de historieta de superhumor que todavia espero para ilustrar...
Si, claro, Rubén tiene la RUmanía. Ya lo veo.
Buena Mat, está bueno como hay una relación super compleja en tan poco espacio, eh? ehhh?
Le punt du le icebergo.
Concuerdo completamente con los que elogian el momento del salto por encima del mostrador y el tirar los anteojos de sol al piso. Es requete contra buenísimo, un puema.
las relaciones humanas no son menos complejas aunque se tengan a mano un millar de fármacos. qué bonito, mateo.
muy gueno mat!
Ch.
me encanto el relato!
me hizo acrdar el receintemente salido del closet R.Martin "te amo, te odio, te olvido"
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tucuMALA
eso sii.. del odio al amor en un brinco.. tocas fibras en mi cabeza como todo buen escritor. Felicidades
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