Hoy me llegó un mensaje de texto que decía: "Hola Ana soy Mateo d
anoche en club6 jajaa me pareciste una mina copada y te kiero volver a ver ja".
El mensaje me pegó, me dolió fuerte y dulce. A veces la vida te sonríe con una
mueca siniestra, pero esa mueca no deja de ser una sonrisa. A través del dolor,
o tal vez movido por el dolor, encontré una certeza que me envolvió en una
cálida paz. Contesté el mensaje: "Mateo. Tres cosas voy a decirte. La primera
es que kiero k atesores eso k sentís, tu capacidad para sentirlo, tu talento, esa
fragilidad k te da poder, esa capacidad para buscar un espejo imperfecto donde
mirarte sin pudor, esa inocencia sabia. Segundo, yo no soy Ana. Me llamo Mateo,
como vos. Te dio mal el número. Seríamos muy inocentes al suponer k fue un
error de su parte. No, Mateo, lo hizo adrede, para no atenderte. Tercero (y acá
kiero que prestes mucha atención, porque lo k voy a decirte es importante) estate
seguro de k la vamos a encontrar. No voy a descansar hasta k vos y Ana estén
juntos.” Terminé de escribir el mensaje con los ojos cargados de lágrimas. Lo
envié, como quién se desangra. Club 6, pensé, club 6. Todavía envuelto en un
aura agridulce, me puse el sobretodo y salí para el cyber, a investigar.
viernes, junio 29, 2012
jueves, junio 21, 2012
El Oasis del Acertijo
“Cuéntanos de tus aventuras padre”, solían pedirle sus hijos
a Carlos El Aventurero. Y en esas ocasiones, Carlos se sentaba frente al fuego,
levantaba con una mano a cada uno de sus hijos y los
sentaba sobre sus rodillas. Después, en un tono muy grave, contaba historias
asombrosas de sus viajes y batallas.
“Llegará un día en que ustedes también serán valerosos
guerreros y dominarán la espada como su padre, y hay una lección que no quiero
que olviden jamás. En la batalla y en la vida el ingenio y la astucia son igual
de importantes que la fuerza física. Así como la espada debe ser pesada y dura
para golpear más fuerte, también debe ser filosa para cortar la carne y los huesos.
El filo de un guerrero es su agudeza mental e inteligencia. Yo mismo, más de una
vez, tuve que usar la inteligencia.
“Una vez llegué, exhausto después de semanas en el desierto,
a un oasis cercado por una muralla. Fui rodeando la pared hasta dar con dos
guardias armados, cada uno protegiendo una entrada. Les pedí que me abrieran la
puerta.
“Lea el cartel señor,
me dijo uno de los guardias. En efecto había un cartel entre las dos puerta y
procedí a leerlo. Decía “Una de estas puertas da al Oasis del Acertijo, la otra
a una muerte segura. Los guardias contestarán cualquier pregunta que tenga. Uno
de los dos guardias dice siempre la verdad, el otro siempre miente.”
Y ahí puse en acción
el ingenio. Primero les pregunté a ambos guardias si eran el guardia que siempre
decía la verdad y los dos me dijeron que sí. Obviamente uno estaba mintiendo. Les
pregunté si la puerta de la derecha daba al oasis, pero no sirvió, porque cada
uno me dijo algo distinto. Entonces di con la respuesta. Hice un movimiento
astuto e inteligente y golpeé la cabeza de uno de los guardias contra el
cartel, haciéndola explotar. Le saqué su lanza con astucia y se la clavé al
otro guardia en la garganta.”
“¿Y cómo hiciste para entrar al oasis, padre?” preguntó uno
de los pequeños hijos de Carlos El Aventurero.
“Exactamente lo qué pensé yo apenas terminé de usar el pensamiento
para matar a los guardias: ahora cómo sé cuál de las puertas da al oasis. Y
arriesgué con inteligencia, porque acerté y no morí.
“De culo”.
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