¿Cuándo empieza un crimen? ¿Qué hace que alguien tome una vida? ¿O varias? ¿O todas? La clave en muchos casos, como en el mío, está en la infancia.
Hace tres años, a los siete, tuve poliox. Desde entonces soy Poliox. Estábamos en Marte cuando empezó la epidemia. Me acuerdo de papá y mamá discutiendo en voz baja en el pasillo, para que yo no oyera. Papá lloraba y le decía a mamá que tenía miedo, que quería subirnos a una silla y cambiar de Sistema, “Pensá en Muchi”. Pero mamá le recordaba que eran doctores, “No podemos”, le decía, “Somos doctores”. Así que nos quedamos. Mamá y papa salvaron algunas vidas y quemaron muchos cuerpos. Yo me agarré poliox y sobreviví. Pero no la estoy pasando bien.
A medida que el poliox avanza por mi cerebro, se agudiza el síntoma, que es la exacerbación sostenida y exponencial de todas las funciones corporales. Necesito beber y comer a un ritmo solo comparable con el que voy al baño, oigo los sonidos más sutiles nítidamente y la voz humana como un cuerno infernal, el aire deja en mi boca gusto a entropía, sudo como una mercuriana, mi pelo crece como una víbora y hace tres años que todos los días huelen peor.
El olor. Lo peor es el olor. Y cada día es peor el olor. A veces, cuando estoy sola y a oscuras, me saco las vendas de los ojos y los tapones de las orejas, pero nunca los de la nariz, hace rato que solo respiro por la boca. Igual huelo todo. Lo huelo por los poros. Huelo en el cuerpo de la gente su pasado, su presente y su futuro. Sé todo el tiempo lo que piensa todo el mundo, con solo olerlos... Y me aburren, me deprimen, me dan pena. “Qué tímida es esta nena”, dicen, pero no es que yo sea tímida, es que ellos no son nada.
Y cada día soy más fuerte, y salto más alto, y mis reflejos son más rápidos. Y aunque puedo destruir casi cualquier cosa con mis puños, también soy capaz de movimientos muy precisos y sutiles. Tampoco quiero mandarme la parte, pero es linda la sensación, y es nueva para mí. Soy un poco como una maestra del kung fu. Siempre sé cuándo algo se va a caer de la mesa, y siempre lo atajo. Eso es lo único que me gusta de ser Poliox, ser Kung Fu.
Después del olor, lo peor es pensar todo el tiempo. Pensar muchas cosas a la vez. Cosas difíciles, incómodas, molestas. Sobre el principio del universo, sobre su fin, sobre su final. Y nunca hay una conclusión, cada descubrimiento abre nuevas preguntas, crea más problemas de los que resuelve, así que cada vez sé menos. Es como estar encerrada en un laberinto que crece más rápido que mis pasos. Quiero parar de pensar y no puedo.
Pero ya se acaba, por suerte no necesito entender el universo para destruirlo. La idea es comprimir Todo en un punto infinitamente pequeño, y después seguir apretando. Hice las cuentas, funciona. Cuando yo quiera se acaba todo para siempre.
Pero en vez de apretar el botón, me puse a escribir esto. Y ya no entiendo bien porqué. Y cuanto más lo pienso menos sentido le enc
1 comentario:
Que bueno que volviste a escribir. Has creado un monstruo. El primero de una serie, espero.
Toda fuerza tiene una oportunidad de ver la igual y opuesta. Me encantó leer
y supongo que el mundo sólo se acabó en ese planeta.
Recién fui al almacén y estaban cerrando. ¿pasa algo? pregunté al dueño... "son las diez y media, flaco." o sea que acá nadie se enteró . El corte es en Muchi, nomás.
Publicar un comentario