domingo, marzo 25, 2007
miércoles, marzo 21, 2007
Tres patitos
Marita se volvió a mirar en el espejo, admirando el Kimono nuevo que le había regalado su nieto para su cumpleaños. Reflejada en el espejo, vio su vieja bata colgando con las toallas. La tela transparente por el uso y los bolsillos descocidos, le parecieron ahora inadmisibles. Le dedicó una fugaz mirada de desprecio y salió del baño.
Jeremías, mi ayudante en este caso, opina que el kimono debe ser secuestrado y analizado, considerando el papel importante que jugó en el asunto. Me parece una medida prudente, pero dudo que se encuentre ahí la falla, el kimono, en mi opinión, es exactamente lo que parece ser.
En la cocina, Marita empezó su antiguo ritual del desayuno. Llenó primero la pava, silbando bajito y mirando por la ventana a dos perros que se olían mutuamente. La hembra llevaba un collar con su nombre y el número de teléfono de sus dueños.
El teléfono termina en el número 222, que ha aparecido en varias otras fallas, y que también es el número exacto de fósforos que había originalmente en la caja. Hace tiempo ya que estamos llevando a cabo un esfuerzo inter-departamental para desentrañar las características de este numero.
Cuando Marita estiró la mano para agarrar la yerba, una de las anchas mangas del kimono empujó la caja al piso, esparciendo los fósforos por el suelo. Entonces ocurrió.
Marita tuvo el primer impulso de agacharse a juntarlos, pero enseguida se detuvo. Sus pensamientos se volvieron repentinamente confusos y difíciles de leer, pero Marita se estaba diciendo lo evidente: La cantidad de fósforos que había en el piso no podían caber en esa caja.
El conteo exacto que hizo Jeremías es de 731, lo cual implica una materialización de 509 fósforos. Al ser un número primo, consultamos con ese departamento, pero la respuesta no fue alentadora. El 509 es un número muy bajo para causar problemas.
Marita llenó rápidamente la caja hasta su capacidad y después se paró largo rato con los brazos un poco abiertos, mirando los fósforos desordenados, esperando que hicieran algo. Pensó que nadie le creería y sintió miedo. Se mordió el labio en un gesto nervioso que hace años que no hacía, y corrió hacia el teléfono de la sala. Llamó a la casa de su hijo.
No pretendo convertir este informe en una queja a la burocracia de la institución ni quiero usarlo para hacer política, pero debo hacer notar en este punto que sólo se me ha dado acceso a la parte de la conversación en que habló Marita, por lo cual mis observaciones sufren considerablemente.
Marita: Hola Nico, soy la abuela, pásame con papi, mi amor… ¿Lautaro? Soy mamá, no se que pasa, no se si me estoy volviendo loca. Se me cayeron los fósforos en la cocina y de repente se multiplicaron. Hay como tres veces la cantidad que había… Ya se que no puede ser, ya se, Lautaro… ¡Pero no! No había otra caja. Ayer compré porque no tenía más y ni los había usado todavía… Lautaro, creeme… ¿Cómo que no es grave, Lautaro? ¿Y si es una señal? ¿Y si es tu papá, que me está tratando de decir algo?
Bartolo, el hombre al que se refiere Marita, murió hace seis años y se encuentra actualmente en el bloque 1BG, en el cual aseguran que no escapó nadie el día en cuestión. Bartolo dice haber estado en el cuarto azul a esa hora, y varias personas han confirmado este dato. No descarto su posible participación mediante un tercero que lo asistiera.
Marita: Lautaro, vení a mirarlo por favor, no toqué nada, metí unos fósforos en la caja nada más, los otros están ahí, vení que no quiero estar sola en esta casa. Tengo miedo, Lautaro. Te pido que me creas… Gracias.
Cortó el teléfono exactamente en el mismo momento en que uno de los revisores sonó la alarma. Enseguida el transportador de guardia le inyectó las coordenadas a un limpiador, que estuvo en la escena apenas unos instantes. Escuchó los pasos de Marita acercándose a la cocina y sólo tuvo tiempo de llevarse los fósforos esparcidos en el suelo. En la caja quedaron 253 fósforos, ya que Marita había metido en ella más de los que había en un principio.
Marita entró a la cocina muy lentamente y trastabilló. Mareada por la nueva irregularidad, trató de apoyarse en la mesa, pero hizo un mal cálculo y cayó golpeándose la cabeza contra la punta de una silla, muriendo instantáneamente.
En este momento Marita se encuentra en trámite. Cuando se le haya asignado su sector, se le harán los análisis pertinentes. Hasta entonces, sería en vano conjeturar seriamente sobre las causas de la falla, que por lo demás no ha traído consecuencias serias en lo que se refiere a la Pantalla de Conciencia Humana.
Jeremías, mi ayudante en este caso, opina que el kimono debe ser secuestrado y analizado, considerando el papel importante que jugó en el asunto. Me parece una medida prudente, pero dudo que se encuentre ahí la falla, el kimono, en mi opinión, es exactamente lo que parece ser.
En la cocina, Marita empezó su antiguo ritual del desayuno. Llenó primero la pava, silbando bajito y mirando por la ventana a dos perros que se olían mutuamente. La hembra llevaba un collar con su nombre y el número de teléfono de sus dueños.
El teléfono termina en el número 222, que ha aparecido en varias otras fallas, y que también es el número exacto de fósforos que había originalmente en la caja. Hace tiempo ya que estamos llevando a cabo un esfuerzo inter-departamental para desentrañar las características de este numero.
Cuando Marita estiró la mano para agarrar la yerba, una de las anchas mangas del kimono empujó la caja al piso, esparciendo los fósforos por el suelo. Entonces ocurrió.
Marita tuvo el primer impulso de agacharse a juntarlos, pero enseguida se detuvo. Sus pensamientos se volvieron repentinamente confusos y difíciles de leer, pero Marita se estaba diciendo lo evidente: La cantidad de fósforos que había en el piso no podían caber en esa caja.
El conteo exacto que hizo Jeremías es de 731, lo cual implica una materialización de 509 fósforos. Al ser un número primo, consultamos con ese departamento, pero la respuesta no fue alentadora. El 509 es un número muy bajo para causar problemas.
Marita llenó rápidamente la caja hasta su capacidad y después se paró largo rato con los brazos un poco abiertos, mirando los fósforos desordenados, esperando que hicieran algo. Pensó que nadie le creería y sintió miedo. Se mordió el labio en un gesto nervioso que hace años que no hacía, y corrió hacia el teléfono de la sala. Llamó a la casa de su hijo.
No pretendo convertir este informe en una queja a la burocracia de la institución ni quiero usarlo para hacer política, pero debo hacer notar en este punto que sólo se me ha dado acceso a la parte de la conversación en que habló Marita, por lo cual mis observaciones sufren considerablemente.
Marita: Hola Nico, soy la abuela, pásame con papi, mi amor… ¿Lautaro? Soy mamá, no se que pasa, no se si me estoy volviendo loca. Se me cayeron los fósforos en la cocina y de repente se multiplicaron. Hay como tres veces la cantidad que había… Ya se que no puede ser, ya se, Lautaro… ¡Pero no! No había otra caja. Ayer compré porque no tenía más y ni los había usado todavía… Lautaro, creeme… ¿Cómo que no es grave, Lautaro? ¿Y si es una señal? ¿Y si es tu papá, que me está tratando de decir algo?
Bartolo, el hombre al que se refiere Marita, murió hace seis años y se encuentra actualmente en el bloque 1BG, en el cual aseguran que no escapó nadie el día en cuestión. Bartolo dice haber estado en el cuarto azul a esa hora, y varias personas han confirmado este dato. No descarto su posible participación mediante un tercero que lo asistiera.
Marita: Lautaro, vení a mirarlo por favor, no toqué nada, metí unos fósforos en la caja nada más, los otros están ahí, vení que no quiero estar sola en esta casa. Tengo miedo, Lautaro. Te pido que me creas… Gracias.
Cortó el teléfono exactamente en el mismo momento en que uno de los revisores sonó la alarma. Enseguida el transportador de guardia le inyectó las coordenadas a un limpiador, que estuvo en la escena apenas unos instantes. Escuchó los pasos de Marita acercándose a la cocina y sólo tuvo tiempo de llevarse los fósforos esparcidos en el suelo. En la caja quedaron 253 fósforos, ya que Marita había metido en ella más de los que había en un principio.
Marita entró a la cocina muy lentamente y trastabilló. Mareada por la nueva irregularidad, trató de apoyarse en la mesa, pero hizo un mal cálculo y cayó golpeándose la cabeza contra la punta de una silla, muriendo instantáneamente.
En este momento Marita se encuentra en trámite. Cuando se le haya asignado su sector, se le harán los análisis pertinentes. Hasta entonces, sería en vano conjeturar seriamente sobre las causas de la falla, que por lo demás no ha traído consecuencias serias en lo que se refiere a la Pantalla de Conciencia Humana.
lunes, marzo 19, 2007
BTB
Sobre el escenario hay una cuadricula de cubículos hechos de paredes apenas más sólidas que cartón. Cada cubículo tiene un escritorio, una computadora, un tacho de basura y una persona. Diego está en el cubículo del centro, y es el único que recibe una luz directa. El resto está casi en penumbras. Javier entra y se apoya en el escritorio de Diego. Javier es negro.
Javier: ¿Hiciste la V.T.V.?
Diego: ¿Lo que?
Javier: La V.T.V.
Diego: No se que es eso.
Javier: La verificación técnica vehicular.
Diego: Ah, entendí vetevé.
Javier: Eso dije.
Diego: No, pero yo entendí ve, e, te, e, ve, e.
Javier: Son siglas.
Diego: Si, ahora me doy cuenta, Javier. Pensé que era una palabra que no conocía, tipo benteveo, pero sin la “o”.
Javier: No, V.T.V.
Diego: Y sin la “ene”.
Javier: ¿Qué?
Diego: Benteveo, tiene una “o” y una “ene” más que vetevé.
Javier: Y es con “be” larga.
Diego: No, es con ve corta.
Javier: ¿Seguro?
Diego: Cien por ciento.
Javier: ¿La hiciste o no?
Diego: ¿La verificación?
Javier: Si
Diego: No te la piden.
Javier: Si te la piden. Por eso te estoy diciendo que la hagas. A Diego se la pidieron y no la tenía, y le sacaron el auto.
Diego: Yo soy Diego.
Javier: Perdón, ¿Diego dije? Dani.
Diego: ¿Y vos decís que mi catramina lo pasa?
Javier: No se, pero si te agarran te sacan el coche.
Diego: Casi que me harían un favor. ¿Che, vos tenés mi engrapadora?
Javier: No. Yo no engrapo, uso clips.
Diego ¿Y donde mierda está? Este lugar es increíble, te das vuelta un segundo…
Javier: Bueno, hacela, no seas boludo, que después te lo confiscan.
Diego: …manga de chorros, hace dos segundos estaba acá…
Javier se va, y Diego sigue buscando inútilmente en los cajones. Entra Ramón con muchos papeles en las manos. Diego está agachado y no lo ve. Se levanta justo cuando termina de pasar.
Diego: ¡Ramón! Vení un segundito.
Ramón: Hola, Diego, no te vi, por eso no te saludé, seguro que estabas buscando algo en un cajón y no te vi. Te hubiera saludado si te hubiera visto.
Diego: Todo bien, Titán, no te hagás problema. Decime un cosita, ¿no habrás visto mi engrapadora?
Ramón: No, pero tengo que decír que técnicamente es la engrapadora de la empresa, el determinante posesivo “mi” es incorrecto.
Diego: Bueeeeeno, lo digo así como quien dice. ¿No la viste entonces? Es roja.
Ramón: No, Diego, no vi la engrapadora roja.
Ramón se empieza a ir.
Diego: Pará, pará un segundito, ¿Vos sabés que es un benteveo? ¿Es un pájaro, no?
Ramón: Es un ave de unos 25 cm de largo, de color pardo oliváceo en la región dorsal, con el pecho y vientre amarillos y la cabeza negra con una ancha ceja blanca; el silbido del benteveo, agudo y prolongado, da origen a su nombre.
Diego: ¡Tomá pa vos y dale a Braulio! ¿Qué sos, observador de aves?
Ramón: El término es ornitólogo, y no, no soy un ornitólogo acreditado, soy sólo un aficionado.
Diego: ¿Pero que, te aprendiste la definición de una enciclopedia?
Ramón: Diego, tengo que trabajar y no quiero ser maleducado, vos siempre me trataste bien y nunca me molestase, y yo se que no sos vos el que me pone plasticola en la silla, pero tengo que terminar esta conversación porque tengo que trabajar y me tengo que ir a las seis hoy porque tengo que ir a una reunión de el club de radioaficionados.
Diego: Vaya nomás.
Ramón: Adiós, Diego, hablamos en otro momento.
Diego: Chau Ramón.
Ramón se va, y Diego lo mira irse, atontado por el encuentro. Después de unos segundos, retoma la búsqueda. Entra Delfina.
Delfina: ¿Que buscás?
Diego se asusta y levanta rápido la cabeza, golpeándose contra el escritorio.
Diego: ¿Viste mi engrapadora?
Delfina: Si, ¿es roja?
Diego: ¡Si!
Delfina: La tiene Javier
Diego: Hijo de puta, me hizo todo el chamullo de la V.T.V. para afanarme la engrapadora.
Delfina: ¿Querés que te preste la mía?
Diego: Gracias, Delfi, pero esto es personal. Acá va a correr sangre de negro.
Delfina: ¿Qué es la vetevé?
Diego: Son siglas.
Delfina: ¿Qué significan?
Diego: ¿Qué significan? Yo te voy a decir que significan: Voy a Torturar a ese Boludo. Eso significan.
Delfina: Che, después de trabajar vamos a ir a Tamarindo con las chicas a tomarnos algo. Venganse.
Diego: ¿A quiénes te referís con “venganse”?
Delfina: No se, vos, Javi, Dani, los que sean.
Diego: Javier va a estar muerto, le voy a hacer tragar una engrapadora.
Delfina: Bueno, vos y Dani.
Diego: Dale.
Delfina: Bueno, nos vemos.
Diego: ¿Si lo ves a Javier le podés decir que es un negro de mierda?
Delfina: No. Y aflojá un poco con el racismo, ¿Querés?
Diego (avergonzado): Lo decía como quien dice.
Javier: ¿Hiciste la V.T.V.?
Diego: ¿Lo que?
Javier: La V.T.V.
Diego: No se que es eso.
Javier: La verificación técnica vehicular.
Diego: Ah, entendí vetevé.
Javier: Eso dije.
Diego: No, pero yo entendí ve, e, te, e, ve, e.
Javier: Son siglas.
Diego: Si, ahora me doy cuenta, Javier. Pensé que era una palabra que no conocía, tipo benteveo, pero sin la “o”.
Javier: No, V.T.V.
Diego: Y sin la “ene”.
Javier: ¿Qué?
Diego: Benteveo, tiene una “o” y una “ene” más que vetevé.
Javier: Y es con “be” larga.
Diego: No, es con ve corta.
Javier: ¿Seguro?
Diego: Cien por ciento.
Javier: ¿La hiciste o no?
Diego: ¿La verificación?
Javier: Si
Diego: No te la piden.
Javier: Si te la piden. Por eso te estoy diciendo que la hagas. A Diego se la pidieron y no la tenía, y le sacaron el auto.
Diego: Yo soy Diego.
Javier: Perdón, ¿Diego dije? Dani.
Diego: ¿Y vos decís que mi catramina lo pasa?
Javier: No se, pero si te agarran te sacan el coche.
Diego: Casi que me harían un favor. ¿Che, vos tenés mi engrapadora?
Javier: No. Yo no engrapo, uso clips.
Diego ¿Y donde mierda está? Este lugar es increíble, te das vuelta un segundo…
Javier: Bueno, hacela, no seas boludo, que después te lo confiscan.
Diego: …manga de chorros, hace dos segundos estaba acá…
Javier se va, y Diego sigue buscando inútilmente en los cajones. Entra Ramón con muchos papeles en las manos. Diego está agachado y no lo ve. Se levanta justo cuando termina de pasar.
Diego: ¡Ramón! Vení un segundito.
Ramón: Hola, Diego, no te vi, por eso no te saludé, seguro que estabas buscando algo en un cajón y no te vi. Te hubiera saludado si te hubiera visto.
Diego: Todo bien, Titán, no te hagás problema. Decime un cosita, ¿no habrás visto mi engrapadora?
Ramón: No, pero tengo que decír que técnicamente es la engrapadora de la empresa, el determinante posesivo “mi” es incorrecto.
Diego: Bueeeeeno, lo digo así como quien dice. ¿No la viste entonces? Es roja.
Ramón: No, Diego, no vi la engrapadora roja.
Ramón se empieza a ir.
Diego: Pará, pará un segundito, ¿Vos sabés que es un benteveo? ¿Es un pájaro, no?
Ramón: Es un ave de unos 25 cm de largo, de color pardo oliváceo en la región dorsal, con el pecho y vientre amarillos y la cabeza negra con una ancha ceja blanca; el silbido del benteveo, agudo y prolongado, da origen a su nombre.
Diego: ¡Tomá pa vos y dale a Braulio! ¿Qué sos, observador de aves?
Ramón: El término es ornitólogo, y no, no soy un ornitólogo acreditado, soy sólo un aficionado.
Diego: ¿Pero que, te aprendiste la definición de una enciclopedia?
Ramón: Diego, tengo que trabajar y no quiero ser maleducado, vos siempre me trataste bien y nunca me molestase, y yo se que no sos vos el que me pone plasticola en la silla, pero tengo que terminar esta conversación porque tengo que trabajar y me tengo que ir a las seis hoy porque tengo que ir a una reunión de el club de radioaficionados.
Diego: Vaya nomás.
Ramón: Adiós, Diego, hablamos en otro momento.
Diego: Chau Ramón.
Ramón se va, y Diego lo mira irse, atontado por el encuentro. Después de unos segundos, retoma la búsqueda. Entra Delfina.
Delfina: ¿Que buscás?
Diego se asusta y levanta rápido la cabeza, golpeándose contra el escritorio.
Diego: ¿Viste mi engrapadora?
Delfina: Si, ¿es roja?
Diego: ¡Si!
Delfina: La tiene Javier
Diego: Hijo de puta, me hizo todo el chamullo de la V.T.V. para afanarme la engrapadora.
Delfina: ¿Querés que te preste la mía?
Diego: Gracias, Delfi, pero esto es personal. Acá va a correr sangre de negro.
Delfina: ¿Qué es la vetevé?
Diego: Son siglas.
Delfina: ¿Qué significan?
Diego: ¿Qué significan? Yo te voy a decir que significan: Voy a Torturar a ese Boludo. Eso significan.
Delfina: Che, después de trabajar vamos a ir a Tamarindo con las chicas a tomarnos algo. Venganse.
Diego: ¿A quiénes te referís con “venganse”?
Delfina: No se, vos, Javi, Dani, los que sean.
Diego: Javier va a estar muerto, le voy a hacer tragar una engrapadora.
Delfina: Bueno, vos y Dani.
Diego: Dale.
Delfina: Bueno, nos vemos.
Diego: ¿Si lo ves a Javier le podés decir que es un negro de mierda?
Delfina: No. Y aflojá un poco con el racismo, ¿Querés?
Diego (avergonzado): Lo decía como quien dice.
jueves, marzo 01, 2007
Drama personal
Dramatis Personae
Margarita
La señora Goldberg: Madre de Margarita
Kiosquera: La que vende
Primer y unico acto
La señora Goldberg compra cigarrillos en un Kiosco.
Sra. Goldberg: Y dame un Jorgito para que le lleve a Margarita, que se pasa el día escuchando la radio y se olvida de comer.
Kiosquera: Que rica es la nena tuya. Mofletuda y con esas pequitas en la nariz.
Sra. Goldberg: No sabés como lee. A la mañana le lee el diario a mi marido. Se traba, pero lee las noticias desde el titulo hasta el final.
Kiosquera: Que ricura.
Sra. Goldberg: Bueno, te dejo que la dejé sola en el jardín.
La Sra. Goldberg empieza a caminar hacia la derecha, pero en el suelo hay una cinta para caminar, y se queda siempre en la mitad del escenario. El Kiosco, que está sobre ruedas, desaparece para la izquierda, dando la impresión que estamos siguiendo a la Sra. Goldberg con una cámara. Por la derecha aparece el arenero con Margarita adentro. Alrededor suyo hay varios muñecos, un metegol chico y una radio. Margarita escucha con el estetoscopio el corazón de su muñeco Ken.
Margarita: Tome quince de estas y llámeme a la mañana si todavía no le crecieron los genitales.
Sra. Goldberg: ¿A que jugás, mi amor?
Margarita: A que soy una abogada que se hace pasar por doctora para encontrar personas con lesiones laborales y convencerlos de ir a juicio.
Sra. Goldberg: ¡Gorda! ¡Mirá como tenés el vestido lleno de barro!
Margarita: Vicisitudes de la vida infantil.
Sra. Goldberg: ¡Si! Vicisitudes es que me tengas todo el día lavándote la ropa. Veni acá, te traje un Jorgito.
Margarita se levanta agarra el alfajor y se da vuelta para volver al arenero.
Sra. Goldberg: ¡Ah! Vení acá y dale un beso a mami.
Margarita se acerca a su madre y le da un beso en la frente.
Sra Goldberg: Me voy a dar un baño de inmersión y hacer unos sudokus.
Se retira.
Margarita agarra dos playmobil y el metegol y juega a que los playmobil son amigo que se encuentran después de muchos años. Margarita hace las voces de ambos. Esta es la escena que se desarrolla entre ellos.
Dramatis Personae
Cornelius Woolley: Amigo de la infancia de Hernan
Hernan: Amigo de la infancia de Cornelius Woolley
Cornelius y Hernan se encuentran en la fila para entrar a la cancha de San Lorenzo.
Cornelius: Te veo y no lo creo. ¿Qué haces, hijo de puta?
Se abrazan largamente.
Hernán: Sr. Cornelius Woolley, años hace que no tengo el agrado de verlo. ¿Se encuentra bien, espero?
Cornelius: No digas boludeces, si estoy hecho poronga. Pero contame, ¿Que cagadas te estuviste mandando? ¿Fuiste preso por chorro y te llenaron el cagadero de leche? ¿O te hiciste físicoculturista y no se nota una mierda?
Hernán: Tengo una pequeña pero sana empresa de software. Dígame, mi estimado amigo, ¿Qué problema lo tiene a maltraer?
Cornelius: La muy chupaconcha de mi ex mujer. La hijadeputa me sacó la plata y los chicos, y me puse a escabiar como la san puta y terminé hecho este adefesio impresentable con olor a mierda de camello. No tengo un puto peso partido a la conchuda mitad.
Hernán: Tal vez yo pueda asistirlo en algo, Sr. Cornelius. Mi humilde emprendimiento está creciendo, y siempre hacen falta programadores, ¿Usted…
Cornelius: ¿Me estás jodiendo? Yo sueño en putos ceros y unos. Hace unos años hice un master del recarajo en Guatemala.
Hernán: ¡Portentoso!
Una larga pausa de profundos pensamientos
Hernán: Como en los viejos tiempos
Cornelius: Pucha, carai
Cortina
Margarita: Uy, me entró todo tipo de arena en el ojo.
Margarita: A ver, dejame ver.
Margarita: No, salí que tenés los dedos llenos de arena.
Margarita: No te toco, te soplo.
Margarita: No, lo que tengo que hacer es dejar que el ojo llore un rato y se va a ir sola.
Margarita: Bueno, es tu ojo… Para mí que se infecta y te lo tenemos que sacar con un sacacorchos oxidado remojado en kerosén.
Sra. Goldberg (Desde afuera del escenario): ¿Estás hablando sola mi amor?
Margarita: No, es la radio.
Sra. Goldberg: Gorda, andá a cambiarte que en un rato prendemos las velas de Sabbath.
Margarita: Dios ha muerto, Goldberg, y a mi, personalmente, me parece cojonudo.
Cortina
Margarita
La señora Goldberg: Madre de Margarita
Kiosquera: La que vende
Primer y unico acto
La señora Goldberg compra cigarrillos en un Kiosco.
Sra. Goldberg: Y dame un Jorgito para que le lleve a Margarita, que se pasa el día escuchando la radio y se olvida de comer.
Kiosquera: Que rica es la nena tuya. Mofletuda y con esas pequitas en la nariz.
Sra. Goldberg: No sabés como lee. A la mañana le lee el diario a mi marido. Se traba, pero lee las noticias desde el titulo hasta el final.
Kiosquera: Que ricura.
Sra. Goldberg: Bueno, te dejo que la dejé sola en el jardín.
La Sra. Goldberg empieza a caminar hacia la derecha, pero en el suelo hay una cinta para caminar, y se queda siempre en la mitad del escenario. El Kiosco, que está sobre ruedas, desaparece para la izquierda, dando la impresión que estamos siguiendo a la Sra. Goldberg con una cámara. Por la derecha aparece el arenero con Margarita adentro. Alrededor suyo hay varios muñecos, un metegol chico y una radio. Margarita escucha con el estetoscopio el corazón de su muñeco Ken.
Margarita: Tome quince de estas y llámeme a la mañana si todavía no le crecieron los genitales.
Sra. Goldberg: ¿A que jugás, mi amor?
Margarita: A que soy una abogada que se hace pasar por doctora para encontrar personas con lesiones laborales y convencerlos de ir a juicio.
Sra. Goldberg: ¡Gorda! ¡Mirá como tenés el vestido lleno de barro!
Margarita: Vicisitudes de la vida infantil.
Sra. Goldberg: ¡Si! Vicisitudes es que me tengas todo el día lavándote la ropa. Veni acá, te traje un Jorgito.
Margarita se levanta agarra el alfajor y se da vuelta para volver al arenero.
Sra. Goldberg: ¡Ah! Vení acá y dale un beso a mami.
Margarita se acerca a su madre y le da un beso en la frente.
Sra Goldberg: Me voy a dar un baño de inmersión y hacer unos sudokus.
Se retira.
Margarita agarra dos playmobil y el metegol y juega a que los playmobil son amigo que se encuentran después de muchos años. Margarita hace las voces de ambos. Esta es la escena que se desarrolla entre ellos.
Dramatis Personae
Cornelius Woolley: Amigo de la infancia de Hernan
Hernan: Amigo de la infancia de Cornelius Woolley
Cornelius y Hernan se encuentran en la fila para entrar a la cancha de San Lorenzo.
Cornelius: Te veo y no lo creo. ¿Qué haces, hijo de puta?
Se abrazan largamente.
Hernán: Sr. Cornelius Woolley, años hace que no tengo el agrado de verlo. ¿Se encuentra bien, espero?
Cornelius: No digas boludeces, si estoy hecho poronga. Pero contame, ¿Que cagadas te estuviste mandando? ¿Fuiste preso por chorro y te llenaron el cagadero de leche? ¿O te hiciste físicoculturista y no se nota una mierda?
Hernán: Tengo una pequeña pero sana empresa de software. Dígame, mi estimado amigo, ¿Qué problema lo tiene a maltraer?
Cornelius: La muy chupaconcha de mi ex mujer. La hijadeputa me sacó la plata y los chicos, y me puse a escabiar como la san puta y terminé hecho este adefesio impresentable con olor a mierda de camello. No tengo un puto peso partido a la conchuda mitad.
Hernán: Tal vez yo pueda asistirlo en algo, Sr. Cornelius. Mi humilde emprendimiento está creciendo, y siempre hacen falta programadores, ¿Usted…
Cornelius: ¿Me estás jodiendo? Yo sueño en putos ceros y unos. Hace unos años hice un master del recarajo en Guatemala.
Hernán: ¡Portentoso!
Una larga pausa de profundos pensamientos
Hernán: Como en los viejos tiempos
Cornelius: Pucha, carai
Cortina
Margarita: Uy, me entró todo tipo de arena en el ojo.
Margarita: A ver, dejame ver.
Margarita: No, salí que tenés los dedos llenos de arena.
Margarita: No te toco, te soplo.
Margarita: No, lo que tengo que hacer es dejar que el ojo llore un rato y se va a ir sola.
Margarita: Bueno, es tu ojo… Para mí que se infecta y te lo tenemos que sacar con un sacacorchos oxidado remojado en kerosén.
Sra. Goldberg (Desde afuera del escenario): ¿Estás hablando sola mi amor?
Margarita: No, es la radio.
Sra. Goldberg: Gorda, andá a cambiarte que en un rato prendemos las velas de Sabbath.
Margarita: Dios ha muerto, Goldberg, y a mi, personalmente, me parece cojonudo.
Cortina
Suscribirse a:
Entradas (Atom)