Ayer Nikita y Doris deleitaron a las masas. Una masa.
Si yo tuviera que ser una canción seria "El pirata".
Un flash de Carne humana.
viernes, setiembre 30, 2005
miércoles, setiembre 28, 2005
Sírveme un güisqui
La revista sangraba una sombra sobre un ojo que pasaba sus páginas sin mucho interés. Se había sacado los tacos ya se masajeaba distraídamente la planta del pié. Por el color de su vestido, que era el mismo que el de su piel, parecía desnuda. Faltaban dos cosas en el cuarto pero ella sólo había notado una: Su marido. El General Quinn podía ser encontrado en el estudio a casi toda hora del día y sobre todo por la noche. La segunda ausencia era una de las tres hachas ornamentales que colgaban sobre la chimenea. Se trataba de finas reliquias japonesas que el General Quinn había recibido de su padre al cumplir los quince años.
Por un segundo el silencio pareció más grave y profundo. El grito de alguien muriendo siguió a ese momento. Por la puerta, con el hacha clavada en el cuello y el delantal blanco manchado por mucha sangre, entró Daisy a los gritos. La empleada cayó de cara al piso y por el efecto de su propio peso sobre el filo del hacha, termino de rebanar su cabeza, que rodó sobre la alfombra. La señora Quinn, tapándose la cara con la revista, no vio entrar a su marido, impecable y sonriente. Silencio, querida, le dijo a su mujer y era la primera vez que le decía querida. Después se agachó como queriendo ver dentro del cuerpo de Daisy por la abertura del cuello. Pero en lugar de mirarla se desató un cordón y se lo sacó lentamente y moviendo la cabeza de lado a lado. Se acomodó el monóculo y le dio un par de vueltas a cada mano con las puntas del cordón.
La señora Quinn, parecía haber decidido que nada más ocurriría si ella no podía verlo. El almohadón que apretaba contra su cara apagaba sus alaridos y le impedía ver a su marido que se acercaba sonriendo y daba la vuelta poniéndose a sus espaldas. Silencio, mi princesita, despertaras a los vecinos. No quiero tener que estrangularte con el cordón de mi zapato. Se una buena chica y compórtate. Sírveme un güisqui.
Por un segundo el silencio pareció más grave y profundo. El grito de alguien muriendo siguió a ese momento. Por la puerta, con el hacha clavada en el cuello y el delantal blanco manchado por mucha sangre, entró Daisy a los gritos. La empleada cayó de cara al piso y por el efecto de su propio peso sobre el filo del hacha, termino de rebanar su cabeza, que rodó sobre la alfombra. La señora Quinn, tapándose la cara con la revista, no vio entrar a su marido, impecable y sonriente. Silencio, querida, le dijo a su mujer y era la primera vez que le decía querida. Después se agachó como queriendo ver dentro del cuerpo de Daisy por la abertura del cuello. Pero en lugar de mirarla se desató un cordón y se lo sacó lentamente y moviendo la cabeza de lado a lado. Se acomodó el monóculo y le dio un par de vueltas a cada mano con las puntas del cordón.
La señora Quinn, parecía haber decidido que nada más ocurriría si ella no podía verlo. El almohadón que apretaba contra su cara apagaba sus alaridos y le impedía ver a su marido que se acercaba sonriendo y daba la vuelta poniéndose a sus espaldas. Silencio, mi princesita, despertaras a los vecinos. No quiero tener que estrangularte con el cordón de mi zapato. Se una buena chica y compórtate. Sírveme un güisqui.
domingo, setiembre 25, 2005
Diez años
Como vivimos requetecontra cerquita de la mar, en verano nos afeitamos bien y bajamos a disfrutar un poco del sol. Pero con sombrilla y protector antisolar. En la arena hay que estar mirando siempre a Natasha porque tiene una predisposición natural a convertirse en arena. Cada vez que, por algún descuido mío o de ernesto, Natasha torna en las mínimas lapidas del tiempo, ernesto y yo nos pasamos horas buscando los granitos y siempre ocurre que algunos se pierden. Natasha, consecuentemente, esta dejando de existir en cuotas. No os preocupéis, dice Natasha, ahora cabo en lugares en que antes no escupía.
Al ser ernesto ciego, cuando se mete en el mar no sabe para qué lado está la playa. Una vez terminó nadando hasta África, pero como es ciego no se dio cuenta. Volvió un día que se cayó en un charco y nadó hasta acá. Por las arrugas de nuestras caras, dedujimos que habían pasado diez años desde la última vez que nos habíamos visto.
Al ser ernesto ciego, cuando se mete en el mar no sabe para qué lado está la playa. Una vez terminó nadando hasta África, pero como es ciego no se dio cuenta. Volvió un día que se cayó en un charco y nadó hasta acá. Por las arrugas de nuestras caras, dedujimos que habían pasado diez años desde la última vez que nos habíamos visto.
jueves, setiembre 22, 2005
Nurse, get your pad, this boy's insane
Some time ago a crazy dream came to me,I dreamt I was walkin' into World War Three,I went to the doctor the very next dayTo see what kinda words he could say.He said it was a bad dream.I wouldn't worry 'bout it none, though,They were my own dreams and they're only in my head.I said, "Hold it, Doc, a World War passed through my brain."He said, "Nurse, get your pad, this boy's insane,"He grabbed my arm, I said "Ouch!"As I landed on the psychiatric couch,He said, "Tell me about it."Well, the whole thing started at 3 o'clock fast,It was all over by quarter past.I was down in the sewer with some little loverWhen I peeked out from a manhole coverWondering who turned the lights on.Well, I got up and walked aroundAnd up and down the lonesome town.I stood a-wondering which way to go,I lit a cigarette on a parking meterAnd walked on down the road.It was a normal day.Well, I rung the fallout shelter bellAnd I leaned my head and I gave a yell,"Give me a string bean, I'm a hungry man."A shotgun fired and away I ran.I don't blame them too much though,I know I look funny.Down at the corner by a hot-dog standI seen a man, I said, "Howdy friend,I guess there's just us two."He screamed a bit and away he flew.Thought I was a Communist.Well, I spied a girl and before she could leave,"Let's go and play Adam and Eve."I took her by the hand and my heart it was thumpin'When she said, "Hey man, you crazy or sumpin',You see what happened last time they started."Well, I seen a Cadillac window uptownAnd there was nobody aroun',I got into the driver's seatAnd I drove 42nd StreetIn my Cadillac.Good car to drive after a war.Well, I remember seein' some ad,So I turned on my Conelrad.But I didn't pay my Con Ed bill,So the radio didn't work so well.Turned on my player-It was Rock-A-Day, Johnny singin',"Tell Your Ma, Tell Your Pa,Our Loves Are Gonna Grow Ooh-wah, Ooh-wah."I was feelin' kinda lonesome and blue,I needed somebody to talk to.So I called up the operator of timeJust to hear a voice of some kind."When you hear the beepIt will be three o'clock,"She said that for over an hourAnd I hung it up.Well, the doctor interrupted me just about then,Sayin, "Hey I've been havin' the same old dreams,But mine was a little different you see.I dreamt that the only person left after the war was me.I didn't see you around."Well, now time passed and now it seemsEverybody's having them dreams.Everybody sees themselves walkin' around with no one else.Half of the people can be part right all of the time,Some of the people can be all right part of the time.But all the people can't be all right all the timeI think Abraham Lincoln said that."I'll let you be in my dreams if I can be in yours,"I said that.
miércoles, setiembre 21, 2005
lunes, setiembre 19, 2005
domingo, setiembre 18, 2005
Tarde de campo con apocalipsis de fondo
La tarde se dibujaba abstracta. Tres siluetas éramos contra un naranja lleno de violeta y fuego. Tres siluetas éramos Natasha ernesto y yo. Respetábamos un tácito pacto de silencio que sólo el fluir suave de un arroyo cercano ponía en evidencia.
Lejos, en la montaña, la relación entre los hombres se desdibuja y pierde sentido la palabra hermano. Por eso éramos tres siluetas recortadas en el cielo de la tarde, y no tres hermanos en la cornisa del mundo.
A cierta hora, es más importante lo que se percibe con la vista periférica que lo que está en foco. A esa hora Natasha, ernesto y yo guardábamos nuestras palabras para no tener que hablar. Los ojos clavados en algo que se movía imperceptiblemente, perdiendo tamaño, cortando la incierta línea del horizonte.
Pronto, pero más tarde de lo que habíamos previsto, empezaron a surgir de la tierra columnas de un fuego enojado. Natasha y ernesto permanecian en silencio. Yo no hablaba.
Empuñando dos hachas, se acercaba un caballo al que le salían del cuerpo ramas llenas de hojas. El sonido de su galopar parecía venir desde la izquierda del valle, pero lo veíamos acercarse por la derecha. Se acercaba y era terrible. Ya no era uno sino cuatro. Cuatro caballos.
Se abrió el cielo como una herida y nadaron hacia abajo enredaderas rojas y amarillas. Natasha me agarraba fuerte la mano, pero nadie rompía el silencio.
Sólo yo, en el último momento, solté un suspiro. Pero para ese entonces ni Natasha ni ernesto podían escucharme.
Lejos, en la montaña, la relación entre los hombres se desdibuja y pierde sentido la palabra hermano. Por eso éramos tres siluetas recortadas en el cielo de la tarde, y no tres hermanos en la cornisa del mundo.
A cierta hora, es más importante lo que se percibe con la vista periférica que lo que está en foco. A esa hora Natasha, ernesto y yo guardábamos nuestras palabras para no tener que hablar. Los ojos clavados en algo que se movía imperceptiblemente, perdiendo tamaño, cortando la incierta línea del horizonte.
Pronto, pero más tarde de lo que habíamos previsto, empezaron a surgir de la tierra columnas de un fuego enojado. Natasha y ernesto permanecian en silencio. Yo no hablaba.
Empuñando dos hachas, se acercaba un caballo al que le salían del cuerpo ramas llenas de hojas. El sonido de su galopar parecía venir desde la izquierda del valle, pero lo veíamos acercarse por la derecha. Se acercaba y era terrible. Ya no era uno sino cuatro. Cuatro caballos.
Se abrió el cielo como una herida y nadaron hacia abajo enredaderas rojas y amarillas. Natasha me agarraba fuerte la mano, pero nadie rompía el silencio.
Sólo yo, en el último momento, solté un suspiro. Pero para ese entonces ni Natasha ni ernesto podían escucharme.
miércoles, setiembre 14, 2005
Vengo respirando la misma pulmonada de aire hace rato.
Vengo respirando la misma pulmonada de aire hace rato.
sábado, setiembre 10, 2005
Natasha ernesto y vos
Al margo porvenir, Natasha y ernesto lo encontraron en una esquina de almagro. Era bastante magro y yo, precavido, conservé prudente distancia. Pero Natasha, que es la más sensible, lo llevó a casa y lo bañó con jabones odoríficos. ernesto no cree en el porvenir y se enoja si hablamos del magro porvenir que encontró con Natasha. Natasha dice que se enoja sólo porque es un porvenir magro, si fuera un porvenir feliz, dice Natasha, creería más.
Cuando los nietos de ernesto vienen de visita, Natasha y yo nos escondemos abajo de la cama hasta que se van. No nos gustan los chicos porque casi nunca tienen drogas inyectables que es lo que si nos gusta. A Natasha y a mí.
Si salimos ya, podemos estar en Kansas a tiempo para el rodeo.
ernesto dice que la espada samurai es la mejor compra que hizo en su vida. Le costó un ojo de la cara. Pagó al contado con plata robada.
ernesto no tiene lo que comúnmente se llama un cuerpo. Es mas bien como una fina película de salmón y protones interactuando de manera tal que el resultado es una especie de nube negra con olor a salmón. Esto, naturalmente, lo hace muy feliz.
Natasha suda mucho cuando se enamora. Una vez se mudó un cubano muy simpático al piso de abajo y Natasha empezó a sudar como loca. Sudaba y sudaba.
ernesto, que bajaba un momento al kiosco a comprar mas Fernet preguntó si Natasha quería alguna cosa de la calle. A mi ya no me pregunta porque sabe que odio las cosas.
Al gato que le afanamos a un tipo que era blanco pero tenía el pelo enrulado como los negros, le pusimos de nombre huesos. Huesos era más feliz con su antiguo dueño y no tiene ningún reparo en decírnoslo. Es cierto que lo alimentamos con plastilina, pero por lo demás lo tratamos como si fuera uno de nosotros.
Una vez le pregunté a Natasha como se encontraba esa mañana y ella me contestó que bien y yo le dije que me alegraba y ella me dijo que ella se alegraba de que yo me alegrase y yo después le dije que yo me alegraba de que ella se hubiera alegrado de mi alegría al encontrarla bien aquella mañana.
ernesto va a tener que pasar una larga temporada en la cárcel por venderle escopetas a un cactus. Planea escribir sus memorias pero no le dan tinta en las cantidades necesarias. Lo primero que escribió nos llegó un martes en el correo. Dice esto: No alcanza la escasa tinta que me procura el guardia de mi cárcel para contar los avatares de mi vida libre, sufiza anotar unos cuantos e ilustrativos sucesos: He comido carne de hombre, disfrazado de mujer entre negras salvajes; he guerreado en un ejercito de cincuenta hombres contra uno de cuatro mil; he sido telépata por un mes por haber bebido el agua de un río amarillo; me ha invadido la ira divina (o la locura) y he matado hombres y destruido ídolos dorados; he visto en el mar un pulpo gigante de un solo ojo que cambiaba de color al sonido de la citara; he sido mendigo y millonario; me han venerado como a un dios por poseer la lupa que hace el fuego; he visto, en un templo, tecnologías que mis ojos no entendieron; he robado un libro cuyas palabras son a la vez las cosas que nombran; he perdido el habla por insultar a un hombre santo y lo he recuperado matándolo salvajemente; he estado despierto cinco años seguidos, producto de una droga que me dio una mujer a quien le negué mi amor; he amado; he usado, en noches de saqueo, una capa que me hacia invisible; he visto a un hombre caer muerto y he visto cientos de ratas salir de su boca y de su estomago; he empuñado un cetro que permite atravesar montañas; he enterrado a muchos de mis hijos; he visto, en China, una puesta de sol que no puedo olvidar.
Natasha (y en esto concuerdan casi todos los expertos) es morocha y baila que da calambre. Cuando baila, las señoras de arriba se sientan en unos banquitos de mimbre que parecen cansados, y lloran mientras tejen puloveres y la miran todo el tiempo. ernesto, eficiente, busca los baldes y se los da a las señoras para que les lloren adentro así después no tenemos que trapear las lagrimas. Yo, cuando Natasha baila, me siento en un banquito de mimbre y lloro mientras tejo.
Algo que venia acercándose hace meses, cada vez más cerca de la atmósfera terrestre, resultó ser ernesto que se había perdido en la rural y cuando había logrado salir a la calle se había tomado el colectivo equivocado. Si ernesto no tuviera la cabeza pegada al cuerpo, seria deforme.
En nuestra época no existía la Internet y teníamos que conformarnos con la discografía de James Taylor que tenía un efecto sedante en la mayoría de nosotros. Pero había algunos inadaptados que salían a la calle con pomos de espuma en aerosol. Cuando uno pasaba le tiraban espuma en el sobretodo. También fumaban pasta base. Los inadaptados.
ernesto se hizo cambiar el nombre legalmente a Ernesto, pero Natasha y yo le seguimos diciendo ernesto. Algo habrá hecho.
Cuando los nietos de ernesto vienen de visita, Natasha y yo nos escondemos abajo de la cama hasta que se van. No nos gustan los chicos porque casi nunca tienen drogas inyectables que es lo que si nos gusta. A Natasha y a mí.
Si salimos ya, podemos estar en Kansas a tiempo para el rodeo.
ernesto dice que la espada samurai es la mejor compra que hizo en su vida. Le costó un ojo de la cara. Pagó al contado con plata robada.
ernesto no tiene lo que comúnmente se llama un cuerpo. Es mas bien como una fina película de salmón y protones interactuando de manera tal que el resultado es una especie de nube negra con olor a salmón. Esto, naturalmente, lo hace muy feliz.
Natasha suda mucho cuando se enamora. Una vez se mudó un cubano muy simpático al piso de abajo y Natasha empezó a sudar como loca. Sudaba y sudaba.
ernesto, que bajaba un momento al kiosco a comprar mas Fernet preguntó si Natasha quería alguna cosa de la calle. A mi ya no me pregunta porque sabe que odio las cosas.
Al gato que le afanamos a un tipo que era blanco pero tenía el pelo enrulado como los negros, le pusimos de nombre huesos. Huesos era más feliz con su antiguo dueño y no tiene ningún reparo en decírnoslo. Es cierto que lo alimentamos con plastilina, pero por lo demás lo tratamos como si fuera uno de nosotros.
Una vez le pregunté a Natasha como se encontraba esa mañana y ella me contestó que bien y yo le dije que me alegraba y ella me dijo que ella se alegraba de que yo me alegrase y yo después le dije que yo me alegraba de que ella se hubiera alegrado de mi alegría al encontrarla bien aquella mañana.
ernesto va a tener que pasar una larga temporada en la cárcel por venderle escopetas a un cactus. Planea escribir sus memorias pero no le dan tinta en las cantidades necesarias. Lo primero que escribió nos llegó un martes en el correo. Dice esto: No alcanza la escasa tinta que me procura el guardia de mi cárcel para contar los avatares de mi vida libre, sufiza anotar unos cuantos e ilustrativos sucesos: He comido carne de hombre, disfrazado de mujer entre negras salvajes; he guerreado en un ejercito de cincuenta hombres contra uno de cuatro mil; he sido telépata por un mes por haber bebido el agua de un río amarillo; me ha invadido la ira divina (o la locura) y he matado hombres y destruido ídolos dorados; he visto en el mar un pulpo gigante de un solo ojo que cambiaba de color al sonido de la citara; he sido mendigo y millonario; me han venerado como a un dios por poseer la lupa que hace el fuego; he visto, en un templo, tecnologías que mis ojos no entendieron; he robado un libro cuyas palabras son a la vez las cosas que nombran; he perdido el habla por insultar a un hombre santo y lo he recuperado matándolo salvajemente; he estado despierto cinco años seguidos, producto de una droga que me dio una mujer a quien le negué mi amor; he amado; he usado, en noches de saqueo, una capa que me hacia invisible; he visto a un hombre caer muerto y he visto cientos de ratas salir de su boca y de su estomago; he empuñado un cetro que permite atravesar montañas; he enterrado a muchos de mis hijos; he visto, en China, una puesta de sol que no puedo olvidar.
Natasha (y en esto concuerdan casi todos los expertos) es morocha y baila que da calambre. Cuando baila, las señoras de arriba se sientan en unos banquitos de mimbre que parecen cansados, y lloran mientras tejen puloveres y la miran todo el tiempo. ernesto, eficiente, busca los baldes y se los da a las señoras para que les lloren adentro así después no tenemos que trapear las lagrimas. Yo, cuando Natasha baila, me siento en un banquito de mimbre y lloro mientras tejo.
Algo que venia acercándose hace meses, cada vez más cerca de la atmósfera terrestre, resultó ser ernesto que se había perdido en la rural y cuando había logrado salir a la calle se había tomado el colectivo equivocado. Si ernesto no tuviera la cabeza pegada al cuerpo, seria deforme.
En nuestra época no existía la Internet y teníamos que conformarnos con la discografía de James Taylor que tenía un efecto sedante en la mayoría de nosotros. Pero había algunos inadaptados que salían a la calle con pomos de espuma en aerosol. Cuando uno pasaba le tiraban espuma en el sobretodo. También fumaban pasta base. Los inadaptados.
ernesto se hizo cambiar el nombre legalmente a Ernesto, pero Natasha y yo le seguimos diciendo ernesto. Algo habrá hecho.
viernes, setiembre 09, 2005
Apio verde
Para mi cumple, mi abuela me llevó a comer a Burger King. Parece mas vieja de lo que es. Solo tiene 86.
lunes, setiembre 05, 2005
La pregunta
Se hizo diminuto, hasta entrar en una molécula de aire, y la miró caminando por la cornisa del edificio más alto de un pueblo grande. Ella no notó su presencia hasta que se soltó el pelo y el no pudo resistir la tentación de ser el viento que lo usaba de bandera. "Viniste" dijo ella con su voz natural. Un tercero habló desde la copa de un árbol. Ambos miraron y me vieron. "No" contestó ella al mismo tiempo que el contestaba que si. Supe entonces que los dos mentían.
Continuidad de la niebla
Niebla en la calle. Una mujer camina como si el ruido de sus tacos inventara la noche. Los faroles tiran al piso una luz que elude los objetos... las sombras. Nadie respira ese aire, es la ilusión del presente los que respira la mujer y lo que pisan sus tacos. Más acá, cerca, un hombre esta apoyado contra una pared. Si fuma un cigarrillo, lo oculta bien, bajo la palma de su mano, por no insultar a la niebla. Ahora desde el avión, las nubes ocultan la escena, se esta terminando la película. Abajo el hombre se acerca a la mujer con pasos que pueden ser confundidos por sigilosos pero son cobardes. "Animales de la noche" insinúa el desde la visera de su sombrero "que se cruzan por casualidad en esquinas desiertas". "Casualidad?" desmiente ella. A el le tiemblan las manos, pero eso no se ve desde el avión, lo tapan las nubes y el encuadre, que solo muestra la cara de el y un hombro de ella. Arriba, en el cielo, se apaga la luz de prohibido fumar. Ella saca un cigarrillo y el le da fuego. Fuman porque creen que el tiempo existe. Ella saca un arma de su cartera. "No es la primera vez que me apuntan con un arma, muñeca". "Será la ultima" la respuesta viene en seguida, el disparo tarda un poco mas y lo hace con los ojos abiertos. Mientras abajo nos perdemos entre sombras y gatos en basureros, arriba se prenden las luces, la señora de al lado bosteza y el piloto nos dice algo sobre la altura y la velocidad.
Claridad
A medida que me acercaba fui entendiendo la mancha marrón que avanzaba como un río esquivando árboles en una masa casi uniforme. Eran caballos. Unos segundos antes yo había saltado de un avión y el paracaídas ahora me fallaba. Los caballos atravesaron un arroyo angosto, un grupo de cinco o seis paró un momento a tomar agua. Había un caballo chiquito que iba más atrás y aprovechó la pausa para alcanzar a la manada. ¿Yo? Cada vez más cerca del planeta.
viernes, setiembre 02, 2005
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