martes, agosto 02, 2005

sobre cosas y de miedo

1

La noche era un rompecabezas de sombras que lograba una uniformidad parcial entre los parches de luna llena reflejada contra el parque y la casa. Todo era azul. Desde la ventana se vio el brillo de un farol reflejado en un cuchillo que avanzaba por el parque en dirección a la casa. Los pies se mojaban contra el pasto húmedo y el viento era oscuro anfitrión. Anfitrión de la noche, las sombras, la ventana, los pasos y el cuchillo. Los pasos entraron a la casa y el crujir de una madera quedo flotando en el sótano. En la venta abierta, el viento con olor a jazmín movía la cortina. El cuchillo entro al cuarto y avanzo en la oscuridad como un secreto, evitando los obstáculos, guiado por la luz de la ventana. El cuchillo se acerco tanto que la cortina le acaricio el filo. Entonces se dio. Una muerte limpia, con más perfección que odio. Ahora el cuchillo huye por el parque, dejando atrás la ventana muerta.

2

Las manos buscaron, sueltas, como vivas, las otras manos. Alguien había gritado y después el silencio, pero el grito persistía en los pliegues de las sabanas y el zumbido del ventilador. Las manos encontraron las manos y empezó el código íntimo del perdón. La caricia disimulada, los movimientos rápidos e impersonales que se iban ablandando. Pero algo parecía suelto, faltaba unidad. Una mano fue a la mesita de luz y prendió la lámpara. Había tres pares de manos en esa cama y solo dos pertenecían a un cuerpo.

3

En la pared opuesta a la ventana la sombra de las ramas acompañaba el ruido de un viento enojado. Un abuelo, sentado un una silla diminuta, hablaba con una melodía tranquilizante en la voz, a un chico que temblaba en la cama. La voz decía que eran sueños, y por mas feos que fueran, despertaría, y cuanto antes se durmiera antes seria de día con un desayuno delicioso y la casita en el árbol. La lluvia y los ladridos empezaron al mismo tiempo. El chico en la cama miró su brazo a la luz de la ventana y lo vio arrugado. Un grito agudo, de terror infantil, tapo la lluvia. El abuelo se apresuró a prender la luz y el chico lo vio parado junto al interruptor, sonriendo con la piel firme de un niño de diez años.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Un desconcertante cambio de estilo.
Si bien es bienvenido,ya que la monotonía puede empalagar, el cambio requiere un ajuste de foco por mi parte... la primera impresión es que pedí hamburguesa y me trajeron casata. Había segregado jugos gástricos para digerir otra cosa.
Lo leí anoche y me quedaron grabadas dos cosas que esta mañana se depertaron antes que yo: solo dos de los pares de manos pertenecían a un cuerpo (aj, sorpresivo e impactante) y un cuchillo cuyos verbos están en primera persona (al principio pensé que eran acentos omitidos y todavía dudo)