lunes, octubre 31, 2005
El mismo objeto visto desde dos lugares distintos
De lejos parece un hombre que lee el diario. Las esquinas del diario salen como cuernos o lunas por los costados de la cabeza. Incluso se ve la forma de los pies debajo de lo que parece un banco de plaza. De lejos parece que se acerca otra cosa. Parece una mujer o un pájaro por como se mueve, y por como se sienta junto a la figura del hombre que lee. Por una sombra como humo que sobrevuela la imagen ella parece estar fumando, pero esto ya es más rebuscado.
De cerca no parece estar ordenado de ninguna manera en particular. Hay más de veinte piedras con manchas de pintura y otras muchas piedras sin manchas. La perspectiva está invertida, las del fondo son las que se ven más grandes y en detalle, pero están demasiado lejos para tocarlas con la mano. Sin embargo, algo en la escena me es familiar: cuando piso el suelo las piedras gritan.
De cerca no parece estar ordenado de ninguna manera en particular. Hay más de veinte piedras con manchas de pintura y otras muchas piedras sin manchas. La perspectiva está invertida, las del fondo son las que se ven más grandes y en detalle, pero están demasiado lejos para tocarlas con la mano. Sin embargo, algo en la escena me es familiar: cuando piso el suelo las piedras gritan.
viernes, octubre 28, 2005
miércoles, octubre 26, 2005
martes, octubre 25, 2005
Sr Boyd
El Sr. Boyd en la inauguración de la nueva ala de una universidad de altos meritos académicos.
Decana de la universidad: Sr. Boyd, debiera haber permitido que el ala llevara su nombre. A fin de cuentas no existiría si no fuera por su generosa donación. Sin mencionar los planos, que Ud. Mismo trazó.
Sr. Boyd: Mi recompensa ya es grande. La historia siempre ha sido mi gran pasión y esta ala ayudará a formar a muchas generaciones de historiadores.
Sr. Boyd: Querida, hoy eh comprado una marca de tabaco distinta. Para combatir la rutina.
Sra. Boyd: Déjame armarte un cigarrillo, Henry. Tú sabes cuanto me divierte.
Sr. Boyd: Aquí tienes, querida. Procura que el tabaco no quede muy apretado.
Sr. Boyd: Vaya, Oswald. Este champagne es verdaderamente sabroso. ¿A que se debe este fino placer?
Oswald: Clemency ha tenido una nena hermosa. ¡Soy abuelo!
Sr. Boyd: Oh, felicitaciones, Oswald ¡Felicitaciones! Creía que aun faltaba una semana.
Oswald: Se ha adelantado. ¿No es maravilloso?
Sr. Boyd: Maravilloso.
El Sr. Boyd habla por teléfono en su estudio. La Sra. Boyd aparece en el marco de la puerta.
Sr. Boyd: (al teléfono) Discúlpeme un instante Sr. Escribano. (a su mujer) ¿Deseas algo querida?
Sra. Boyd: Compré sabanas nuevas, Henry. Y ya están puestas en la cama.
Sr. Boyd: (Al teléfono). Tendré que llamarlo en una hora, Sr. Escribano. Ha surgido un imprevisto que requiere mi atención inmediata.
Decana de la universidad: Sr. Boyd, debiera haber permitido que el ala llevara su nombre. A fin de cuentas no existiría si no fuera por su generosa donación. Sin mencionar los planos, que Ud. Mismo trazó.
Sr. Boyd: Mi recompensa ya es grande. La historia siempre ha sido mi gran pasión y esta ala ayudará a formar a muchas generaciones de historiadores.
Sr. Boyd: Querida, hoy eh comprado una marca de tabaco distinta. Para combatir la rutina.
Sra. Boyd: Déjame armarte un cigarrillo, Henry. Tú sabes cuanto me divierte.
Sr. Boyd: Aquí tienes, querida. Procura que el tabaco no quede muy apretado.
Sr. Boyd: Vaya, Oswald. Este champagne es verdaderamente sabroso. ¿A que se debe este fino placer?
Oswald: Clemency ha tenido una nena hermosa. ¡Soy abuelo!
Sr. Boyd: Oh, felicitaciones, Oswald ¡Felicitaciones! Creía que aun faltaba una semana.
Oswald: Se ha adelantado. ¿No es maravilloso?
Sr. Boyd: Maravilloso.
El Sr. Boyd habla por teléfono en su estudio. La Sra. Boyd aparece en el marco de la puerta.
Sr. Boyd: (al teléfono) Discúlpeme un instante Sr. Escribano. (a su mujer) ¿Deseas algo querida?
Sra. Boyd: Compré sabanas nuevas, Henry. Y ya están puestas en la cama.
Sr. Boyd: (Al teléfono). Tendré que llamarlo en una hora, Sr. Escribano. Ha surgido un imprevisto que requiere mi atención inmediata.
Necochino y sus fotos locas locas. (La foto es de Necochea, y si no explico esto no se entiende porqué puse Necochino. Y ahora me quedo largo el titul
o. El blog no permite tantas letras en el titulo y tuve que bajar aca para terminarlo. Pero Uds. hagan como que eesto es parte del tutulo, ¿ok?)
Dale, chino, esta foto la sacaste con photoshop.
Dale, chino, esta foto la sacaste con photoshop.
miércoles, octubre 19, 2005
Hay otras verdades, pero esta alcanza.
Entre libros nos miramos y nadie buscó que fuera la mirada más allá de las letras. Éramos atemporales en nuestra extraña y paralela forma de darle nuestros ojos a las cosas. Pero no dejábamos de ser diferentes a todo lo que nuestras manos sostenían. Temblorosas manos. De entre las esquinas del silencio de la biblioteca, una voz pudo más que las tintas y el papel. No era, no, una voz humana: El hombre es menos que los hombres. Pero la voz estaba, y nos era inconcebible ignorarla. No por su fuerza, que era poca, sino porque había nacido en nuestros poros y moriría con nosotros.
martes, octubre 18, 2005
Un chilly bastante picante
Muerte Roja aun recordaba, a través de las sangrientas imágenes que conformaban su pasado, las manualidades que le habían enseñado en el correccional de menores. Enhebró el hilo en la aguja con la destreza y el pulso de un enfermo de parkinson y se entregó silbando a su trabajo. El cadáver a sus pies aun movía los ojos, pero Muerte Roja ya conocía las pequeñas idiosincrasias de la vida póstuma y no se dejó impresionar. Hurgó en los bolsillos de su padre muerto y encontró un paquete de cigarrillos Richmond. Le propino al cuerpo una patada en las costillas con la punta metálica de sus botas de cuero. “Maldito tacaño, ¿A esto le llamas tabaco?”.
El plan (concebido en un estupor de drogas baratas y alcohol de farmacia) era coser la mano derecha con el pie derecho y la mano izquierda con el pie izquierdo. Así podría colgarse el cadáver como una mochila y cruzar la frontera a Méjico sin suscitar sospechas en los adormecidos agentes de aduana. El efecto de las drogas ahora se diluía y Muerte Roja seguía el plan con más diversión que certeza. La aguja atravesó fácilmente la piel y la escasa carne de la mano, pero la oxidada punta se detuvo al contacto con el hueso y Muerte Roja suspiró un poco molesto. Buscó el martillo que guardaba debajo del asiento de su Ford 47 y reanudó la costura con nuevos ánimos, empujando la aguja con delicados golpes.
Hubiera sido más fácil cavar una fosa y deshacerse del problema al costado de esa carretera sureña. Después de todo cavar fosas era una destreza que dominaba en todos sus aspectos. Pero la rutina empezaba a aburrirlo y siempre había querido saber que gusto tendría un “chilly” hecho con la carne de su padre.
Las verdaderas aventuras de Muerte Roja estan aca: Slaves&Bulldozers
El plan (concebido en un estupor de drogas baratas y alcohol de farmacia) era coser la mano derecha con el pie derecho y la mano izquierda con el pie izquierdo. Así podría colgarse el cadáver como una mochila y cruzar la frontera a Méjico sin suscitar sospechas en los adormecidos agentes de aduana. El efecto de las drogas ahora se diluía y Muerte Roja seguía el plan con más diversión que certeza. La aguja atravesó fácilmente la piel y la escasa carne de la mano, pero la oxidada punta se detuvo al contacto con el hueso y Muerte Roja suspiró un poco molesto. Buscó el martillo que guardaba debajo del asiento de su Ford 47 y reanudó la costura con nuevos ánimos, empujando la aguja con delicados golpes.
Hubiera sido más fácil cavar una fosa y deshacerse del problema al costado de esa carretera sureña. Después de todo cavar fosas era una destreza que dominaba en todos sus aspectos. Pero la rutina empezaba a aburrirlo y siempre había querido saber que gusto tendría un “chilly” hecho con la carne de su padre.
Las verdaderas aventuras de Muerte Roja estan aca: Slaves&Bulldozers
lunes, octubre 17, 2005
Estiba la leña que arde en el hogar, estíbala con ahínco
En doce carbones habían devenido los únicos fósforos de la casona sellada. Inútilmente Natasha volvió a probar la pesada puerta de madera, y cayó de rodillas dando un grito vitricida de desesperación e impotencia. ernesto acudió a ella raudo, y dándole el soporte de sus manos en los codos, la ayudó a incorporarse. Yo observaba a mis hermanos como si ya fueran ambos un recuerdo y como si un recuerdo fuera yo también.
En un rincón del gigantesco comedor, cuyas paredes húmedas recordaban a un patíbulo de guerra civil, nos sentamos muy juntos para ahuyentar el frío. Una fina lamina de hielo cubría el piso da la casa toda, pero más agudos y gélidos nos parecían los apagados sollozos de Natasha, que dormía sobre mi campera cubriéndose con la de ernesto. Ahora únicamente nos restaba mirar cómo sus lágrimas se congelaban antes de llegar a sus labios.
Un espeso vapor escapaba de nuestras bocas. ernesto sacó de su bolsillo un manojo de billetes arrugados y me dedicó una sonrisa larga y triste. Habíamos decidido no quemarlos y ahora no recordábamos porqué. Yo extendí mi mano y tomé algunos para meterlos en las medias de Natasha con la esperanza de que la insularan del frío, pero ernesto me detuvo por miedo a que la despertara.
Horas antes, cuando el sol aun se filtraba entre los tablones que tapiaban el ventanal, habíamos sentido el enojo y la furia. Pero dichas emociones habían muerto con el día, dejando sólo la desesperación y la amargura infinita. Dormimos los tres enmarañados.
Nos despertó el sol del mediodía, nos miramos las caras ulceradas con los ojos llenos de arena. El vasto desierto nos había vencido. Sólo nos restaba mirar como las lágrimas de Natasha se evaporaban antes de llegar a sus labios.
En un rincón del gigantesco comedor, cuyas paredes húmedas recordaban a un patíbulo de guerra civil, nos sentamos muy juntos para ahuyentar el frío. Una fina lamina de hielo cubría el piso da la casa toda, pero más agudos y gélidos nos parecían los apagados sollozos de Natasha, que dormía sobre mi campera cubriéndose con la de ernesto. Ahora únicamente nos restaba mirar cómo sus lágrimas se congelaban antes de llegar a sus labios.
Un espeso vapor escapaba de nuestras bocas. ernesto sacó de su bolsillo un manojo de billetes arrugados y me dedicó una sonrisa larga y triste. Habíamos decidido no quemarlos y ahora no recordábamos porqué. Yo extendí mi mano y tomé algunos para meterlos en las medias de Natasha con la esperanza de que la insularan del frío, pero ernesto me detuvo por miedo a que la despertara.
Horas antes, cuando el sol aun se filtraba entre los tablones que tapiaban el ventanal, habíamos sentido el enojo y la furia. Pero dichas emociones habían muerto con el día, dejando sólo la desesperación y la amargura infinita. Dormimos los tres enmarañados.
Nos despertó el sol del mediodía, nos miramos las caras ulceradas con los ojos llenos de arena. El vasto desierto nos había vencido. Sólo nos restaba mirar como las lágrimas de Natasha se evaporaban antes de llegar a sus labios.
domingo, octubre 16, 2005
sábado, octubre 15, 2005
El método científico
Cuando ernesto se interna en su laboratorio, pueden pasar periodos de tiempo sumamente variables antes de que Natasha y yo lo veamos de nuevo. Se interna y Natasha pega la oreja a la puerta para escuchar lo que hace. Yo quemo toda la ropa de ernesto para mantenerme caliente hasta que vuelva: Su ausencia me enfría los huesos.
Una vez ernesto gritó Eureka. Salió del laboratorio con un tubo de ensayo pegado como una sopapa a la frente. Eureka, Eureka, gritaba. Y ni Natasha ni yo sabíamos a quien se refería. ernesto nunca nos explicó. Pero si nos contó qué era el líquido que había adentro del tubo. Una poción para la vida eterna. Escépticos siempre, Natasha y yo descreímos de sus palabras y exigimos pruebas. En el acto ernesto bebió la pócima y pareció dar resultado porque no murió. Sin embargo, mi escepticismo y el de Natasha no desaparecieron por completo. Razonamos que aunque no muriera en ese instante podía llegar a morir algún día. Entonces lo sentamos en un sillón muy cómodo y lo estudiamos fijamente. Esa noche, cuando cerró los ojos, Natasha y yo creímos que había fracasado. Pero a la mañana siguiente lo vimos rascarse la oreja con la goma de un lápiz y dedujimos que había estado durmiendo. Pasaba el tiempo y ni Natasha ni yo hacíamos más que mirarlo. Lo mirábamos todo el tiempo y siempre estaba vivo. Veinte años pasaron y ernesto eludía el democrático final. Treinta años pasaron y ernesto aun no servia de pasto al pasto. Sesenta años pasaron y ernesto no hacia sino vivir y vivir.
A los quinientos años ernesto enfermó. Natasha, que una vez también había enfermado, le puso unos paños fríos en la cara. Los paños funcionaron maravillosamente y ernesto en vez de morir siguió viviendo.
A los doce mil años ernesto soltó un suspiro largo y callado y después se quedó muy quieto. Lo sacudimos un poco y confesó que no estaba muerto sino que estaba aburrido de estar siempre sentado en el sillón (sin importar cuan cómodo fuera) y buscaba simular su muerte así lo dejábamos en paz.
Cuando habían pasado ya diecisiete mil billones de años desde que había bebido la poción, ernesto apuntó con un dedo al techo y mientras Natasha y yo mirábamos se dio a la fuga por la ventana. Habiendo pasado tanto tiempo de espaldas a la calle, olvidó que vivíamos en el noveno piso. Natasha y yo bajamos a ver que había pasado y lo vimos muerto en la vereda. Yo saqué un marcador indeleble de mi bolsillo y se lo di a Natasha, que lo usó para escribir “farsante” en la sangrienta frente de ernesto.
Una vez ernesto gritó Eureka. Salió del laboratorio con un tubo de ensayo pegado como una sopapa a la frente. Eureka, Eureka, gritaba. Y ni Natasha ni yo sabíamos a quien se refería. ernesto nunca nos explicó. Pero si nos contó qué era el líquido que había adentro del tubo. Una poción para la vida eterna. Escépticos siempre, Natasha y yo descreímos de sus palabras y exigimos pruebas. En el acto ernesto bebió la pócima y pareció dar resultado porque no murió. Sin embargo, mi escepticismo y el de Natasha no desaparecieron por completo. Razonamos que aunque no muriera en ese instante podía llegar a morir algún día. Entonces lo sentamos en un sillón muy cómodo y lo estudiamos fijamente. Esa noche, cuando cerró los ojos, Natasha y yo creímos que había fracasado. Pero a la mañana siguiente lo vimos rascarse la oreja con la goma de un lápiz y dedujimos que había estado durmiendo. Pasaba el tiempo y ni Natasha ni yo hacíamos más que mirarlo. Lo mirábamos todo el tiempo y siempre estaba vivo. Veinte años pasaron y ernesto eludía el democrático final. Treinta años pasaron y ernesto aun no servia de pasto al pasto. Sesenta años pasaron y ernesto no hacia sino vivir y vivir.
A los quinientos años ernesto enfermó. Natasha, que una vez también había enfermado, le puso unos paños fríos en la cara. Los paños funcionaron maravillosamente y ernesto en vez de morir siguió viviendo.
A los doce mil años ernesto soltó un suspiro largo y callado y después se quedó muy quieto. Lo sacudimos un poco y confesó que no estaba muerto sino que estaba aburrido de estar siempre sentado en el sillón (sin importar cuan cómodo fuera) y buscaba simular su muerte así lo dejábamos en paz.
Cuando habían pasado ya diecisiete mil billones de años desde que había bebido la poción, ernesto apuntó con un dedo al techo y mientras Natasha y yo mirábamos se dio a la fuga por la ventana. Habiendo pasado tanto tiempo de espaldas a la calle, olvidó que vivíamos en el noveno piso. Natasha y yo bajamos a ver que había pasado y lo vimos muerto en la vereda. Yo saqué un marcador indeleble de mi bolsillo y se lo di a Natasha, que lo usó para escribir “farsante” en la sangrienta frente de ernesto.
jueves, octubre 13, 2005
miércoles, octubre 12, 2005
1a Persona, UNA
Hay gente en el mundo. Mucha. Cada vez más. De toda esa gente mucha es amarilla y mucha tiene los ojos entrecerrados. De todos esos, bastantes sacan fotos. De esos bastantes, algunos manejan un remis. De entre esos, unos pocos tienen blog. De esos pocos, sólo uno es lo mejor que le pasó al mundo.
Muchisimos apios. Todos verdes.
Muchisimos apios. Todos verdes.
domingo, octubre 09, 2005
Cuando Natasha no está. Cuando ernesto está ausente.
¿Qué hacen todas estas cáscaras en el piso? ¿Por qué nadie las remplaza por azulejos ajedrezados? ¿Están durmiendo y no las vieron todavía? ¿O es que no les importa lo que pensemos de ellos?
¿Ese reloj está en hora? ¿Dónde fueron los minutos? ¿No tenia que estar en algún otro lado? ¿No tenía que presentarme ante alguna autoridad? ¿No había unos papeles que tenia que hacer firmar? ¿Era hoy?
¿Dónde esta la carne que cubría mis dedos? ¿Por qué puedo ver los huesos de mi mano? ¿Y por qué mis nudillos brillan con una luz blanca? ¿Estaré perdido en una selva, entre animales y plantas?
¿Cómo puede ser que esa mujer saque objetos tan grandes de un maletín tan reducido? ¿Vende algo? ¿Me mira para que me acerque? ¿Quiere que le hable? ¿Esto está ocurriendo ahora, o es un recuerdo muy nítido?
¿Tengo frío o tiemblo de cansancio y hambre? ¿Quién destejió mi abrigo? ¿Quién hizo un ovillo con la lana de mi suéter? ¿Y por qué? ¿O es que se invirtió el tiempo? ¿Ulises se aleja de Itaca?
¿Quién se acerca con las manos atrás de la espalda? ¿Es un hombre o una idea? ¿Es cierto que se acerca? ¿Por qué no llega nunca? ¿Y porque sus zapatos no dejan huellas en la arena?
¿No éramos dos hace sólo un momento? ¿Dónde está el cuerpo y donde la sombra que proyectaba? ¿O era el espejo opaco que ahora veo y entiendo? ¿Era mi reflejo o éramos dos?
¿Por qué ese fuego no deja cenizas ni hace humo? ¿Es que la llama consume la madera toda? ¿O es mi mirada selectiva que esquiva todo lo que no tiene remedio? ¿Por qué no ilumina mi diminuto cuarto? ¿Y porque parece tragarse la luz de la ventana?
¿Ese reloj está en hora? ¿Dónde fueron los minutos? ¿No tenia que estar en algún otro lado? ¿No tenía que presentarme ante alguna autoridad? ¿No había unos papeles que tenia que hacer firmar? ¿Era hoy?
¿Dónde esta la carne que cubría mis dedos? ¿Por qué puedo ver los huesos de mi mano? ¿Y por qué mis nudillos brillan con una luz blanca? ¿Estaré perdido en una selva, entre animales y plantas?
¿Cómo puede ser que esa mujer saque objetos tan grandes de un maletín tan reducido? ¿Vende algo? ¿Me mira para que me acerque? ¿Quiere que le hable? ¿Esto está ocurriendo ahora, o es un recuerdo muy nítido?
¿Tengo frío o tiemblo de cansancio y hambre? ¿Quién destejió mi abrigo? ¿Quién hizo un ovillo con la lana de mi suéter? ¿Y por qué? ¿O es que se invirtió el tiempo? ¿Ulises se aleja de Itaca?
¿Quién se acerca con las manos atrás de la espalda? ¿Es un hombre o una idea? ¿Es cierto que se acerca? ¿Por qué no llega nunca? ¿Y porque sus zapatos no dejan huellas en la arena?
¿No éramos dos hace sólo un momento? ¿Dónde está el cuerpo y donde la sombra que proyectaba? ¿O era el espejo opaco que ahora veo y entiendo? ¿Era mi reflejo o éramos dos?
¿Por qué ese fuego no deja cenizas ni hace humo? ¿Es que la llama consume la madera toda? ¿O es mi mirada selectiva que esquiva todo lo que no tiene remedio? ¿Por qué no ilumina mi diminuto cuarto? ¿Y porque parece tragarse la luz de la ventana?
jueves, octubre 06, 2005
Porque la vida es corta
Natasha camina el largo del pasillo. Cuando llega a un extremo, gira y camina el largo del pasillo. En un principio, los pesados listones soportaban impertérritos el agravio de sus finos tacos, pero con el tiempo se fueron erosionando hasta convertirse en una delgada capa de papel traslucido. El pasillo ya no aguantaría ni mi peso ni el de ernesto, y sólo la ingrávida Natasha tiene acceso a la parte del fondo de la casa; que consiste en el baño y el cuarto de las tortugas.
Natasha ernesto y yo estuvimos inaccesibles la ultima temporada. Un proyecto ocupaba nuestro tiempo de vigilia. Buscábamos, sin animo de ofender a los lingüistas, letras que no hayan sido descubiertas aun. Al final desistimos de nuestra tarea porque las únicas dos que se nos ocurrieron fueron el “efe” y la “pe”, que resultaron ser preexistentes a nuestra labor.
Una vez por semana, Natasha y ernesto envuelven sus puños con toallas y cinta de enmascarar y recorren toda la casa rompiendo cada una de las ventanas. Tratan de que todos los vidrios caigan para el lado de la calle así después no hay que limpiar. Aunque tanto Natasha como ernesto dicen hacerlo porque la vida es corta, yo creo entrever un motivo secreto en el accionar de ambos: A la hora de remplazar el vidrio, la opción más obvia es un cubano muy simpático que vive en nuestro edificio y es vidriero. A mi parecer, a Natasha este hombre no le es del todo indiferente. ernesto, por otro lado, siempre que rompe una ventana procura que haya algún transeúnte en la vereda.
Natasha ernesto y yo estuvimos inaccesibles la ultima temporada. Un proyecto ocupaba nuestro tiempo de vigilia. Buscábamos, sin animo de ofender a los lingüistas, letras que no hayan sido descubiertas aun. Al final desistimos de nuestra tarea porque las únicas dos que se nos ocurrieron fueron el “efe” y la “pe”, que resultaron ser preexistentes a nuestra labor.
Una vez por semana, Natasha y ernesto envuelven sus puños con toallas y cinta de enmascarar y recorren toda la casa rompiendo cada una de las ventanas. Tratan de que todos los vidrios caigan para el lado de la calle así después no hay que limpiar. Aunque tanto Natasha como ernesto dicen hacerlo porque la vida es corta, yo creo entrever un motivo secreto en el accionar de ambos: A la hora de remplazar el vidrio, la opción más obvia es un cubano muy simpático que vive en nuestro edificio y es vidriero. A mi parecer, a Natasha este hombre no le es del todo indiferente. ernesto, por otro lado, siempre que rompe una ventana procura que haya algún transeúnte en la vereda.
miércoles, octubre 05, 2005
Natasha ernesto y yo
En un rincón de la cocina guardamos lo que ya no nos sirve. Apilamos cosas y tratamos de olvidarnos de que están ahí. De vez en cuando le pegamos una ojeada a ver si hay algo que con el tiempo nos volvió a ser útil. Muy posmoderno todo.
Cosas que pusimos en el rincón de la cocina y que con el tiempo nos volvieron a ser útiles:
Un CD rayado de roxette
Un balde llenos de piedras verdes
Una botella de sidra
A ernesto
Una espiral para ahuyentar mosquitos
Un boleto de lotería ganador
La paz mundial
Una idea mediocre (que con el tiempo resulto no ser tan mala)
Dos bolsas de aserrín y la filmografía completa de Chuck Norris
Intenciones secretas
Cuatro mazos de cartas incompletos con los que hicimos tres mazos completos
Una mañana de invierno
Un vestido floreado
Una manzana
Una bota de aluminio
La otra bota
Dos biblias con marcas de dientes en las contratapas
Seis litros de mi sangre
Los hijos no reconocidos de Natasha
Un sifón recargable
La matemática
Muchas ganas de pasarla bien
Un piano de cola que estaba un poco desafinado pero que no llegaba a ser intocable
Una linterna
All the farms in Cuba.
Cosas que pusimos en el rincón de la cocina y que con el tiempo nos volvieron a ser útiles:
Un CD rayado de roxette
Un balde llenos de piedras verdes
Una botella de sidra
A ernesto
Una espiral para ahuyentar mosquitos
Un boleto de lotería ganador
La paz mundial
Una idea mediocre (que con el tiempo resulto no ser tan mala)
Dos bolsas de aserrín y la filmografía completa de Chuck Norris
Intenciones secretas
Cuatro mazos de cartas incompletos con los que hicimos tres mazos completos
Una mañana de invierno
Un vestido floreado
Una manzana
Una bota de aluminio
La otra bota
Dos biblias con marcas de dientes en las contratapas
Seis litros de mi sangre
Los hijos no reconocidos de Natasha
Un sifón recargable
La matemática
Muchas ganas de pasarla bien
Un piano de cola que estaba un poco desafinado pero que no llegaba a ser intocable
Una linterna
All the farms in Cuba.
martes, octubre 04, 2005
sábado, octubre 01, 2005
Terribles eran Natasha y ernesto. Terrible era yo.
Terribles éramos los tres. Los demás, que lo notaban, sentían un miedo enorme. Les caía una gota de sudor por el hueco de la espalda y se humedecían sus camisas; tal era su temor. Natasha, aunque no era más terrible que ernesto o que yo, era la que más miedo suscitaba. ernesto y yo nos alegramos de que, por el momento al menos, estuviera de nuestro lado. Un crítico de arte que miraba de lejos pensaba que ese día seria su último. Así de terribles eran Natasha y ernesto. Así de terrible era yo.
Terribles éramos los tres. Temblaban todos de miedo y de frío (sus camisas húmedas). ernesto mostraba todos los dientes y miedo es lo que producía en los demás. En un momento, que fue breve pero intenso, miedo sentí yo también. Sentí miedo a pesar de conocer la farsa secreta que nos hacia terribles. Yo sabía pero temía, yo sabía y temía.
Terribles éramos los tres. Una niña, una infante, forzaba una valentía transparente que no engañaba a Natasha y que no engañaba a ernesto. A mi no me engañaba. La niña, la infante, parada con las piernas un poco separadas y los brazos rígidos al costado del cuerpo, balbuceaba una oración a un dios pagano mientras nos miraba iracunda. Miraba a ernesto y a Natasha con ira. A mi me miraba con ira.
Terribles éramos los tres. Y terribles eran nuestros gestos. Y terribles nuestras ropas y nuestras almas. Y terribles nuestros ojos y nuestras vidas. Y terribles eran nuestros pasados. Terribles eran nuestras ideas y nuestras mentiras. Y también nuestras verdades y nuestros dedos. Eran terribles nuestras amistades y nuestras mascaras. Terribles, eran Natasha y ernesto. Terrible era yo.
Terribles éramos los tres. Y si nos mirábamos entre nosotros, no éramos terribles sino hermanos. Terribles éramos los tres y no hubiésemos querido ser de ninguna otra manera
Terribles éramos los tres. Temblaban todos de miedo y de frío (sus camisas húmedas). ernesto mostraba todos los dientes y miedo es lo que producía en los demás. En un momento, que fue breve pero intenso, miedo sentí yo también. Sentí miedo a pesar de conocer la farsa secreta que nos hacia terribles. Yo sabía pero temía, yo sabía y temía.
Terribles éramos los tres. Una niña, una infante, forzaba una valentía transparente que no engañaba a Natasha y que no engañaba a ernesto. A mi no me engañaba. La niña, la infante, parada con las piernas un poco separadas y los brazos rígidos al costado del cuerpo, balbuceaba una oración a un dios pagano mientras nos miraba iracunda. Miraba a ernesto y a Natasha con ira. A mi me miraba con ira.
Terribles éramos los tres. Y terribles eran nuestros gestos. Y terribles nuestras ropas y nuestras almas. Y terribles nuestros ojos y nuestras vidas. Y terribles eran nuestros pasados. Terribles eran nuestras ideas y nuestras mentiras. Y también nuestras verdades y nuestros dedos. Eran terribles nuestras amistades y nuestras mascaras. Terribles, eran Natasha y ernesto. Terrible era yo.
Terribles éramos los tres. Y si nos mirábamos entre nosotros, no éramos terribles sino hermanos. Terribles éramos los tres y no hubiésemos querido ser de ninguna otra manera
Velocidad
Las zapatillas, que tienen una suela fina, se evaporan por el calor que produce la fricción contra el polvo de ladrillo. Las medias se prenden fuego en un chispazo y quedan rodando al costado de la pista, envueltas en una llama circular. La piel no opone más resistencia que las medias y enseguida la carne toca el suelo en una explosión de sangre. La sangre se evapora dejando en la pista un polvo rojo. Los huesos del pie desaparecen en cenizas que flotan y se esparcen. Los tendones, al cortarse, golpean contra la parte de atrás de las rodillas sacudiendo el cuerpo que cae de espaldas. Esto lo detiene un poco pero sigue avanzando a enorme velocidad, dejando una estela de sangre. La línea final la cruzan sólo un par de dientes y un anillo de bodas. Pero los jueces lo dan por valido.
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