Renato bebió el último trago de ron (el último trago que probaría en su vida) y pagó la cuenta que incluía el cuadro que había roto por accidente. Palpó a través de su pantalón el contenido de su bolsillo para constatar que la piedra siguiera ahí. El gesto era un recaudo innecesario, la piedra irradiaba una tibieza constante que le calentaba la pierna y le hacía imposible olvidarla.
Caminó hasta la puerta cruzando el piso pegajoso, y el chillido de sus zapatos hacia eco en el bar desierto. Al salir a la calle la luz lo cegó un instante y, como si cualquier cambio requiriera volver a asegurarse de la presencia de la piedra, llevó su mano al bolsillo. En un charco que se había formado contra el cordón de la vereda, Renato vio un billete sucio y arrugado. Al levantarlo vio un número de teléfono que él mismo había anotado unos meses atrás. Recordaba haber comprado balas con ese billete porque había tenido que anotar el teléfono en un papel antes de entregarlo.
La herida en la espalda le había dibujado un círculo de sangre en la camisa y Renato recién ahora lo notaba. Metió dos dedos por debajo de la campera y los sacó rojos y mojados. Pero no se preocupó porque el tiempo que le quedaba no alcanzaba para que muriera desangrado. Se lavó los dedos en el charco y se sentó a esperar que alguien le hablara.
Una señora le habló. Traía un rodete atravesado por un lápiz sin punta y Renato pensó que la favorecía ese peinado. La mujer le preguntó si esperaba el colectivo y Renato sin contestar retiró la piedra de su pantalón y se la ofreció con la palma de la mano muy abierta. La mujer miró para otro lado pero enseguida notó el resplandor apagado con que la piedra brillaba.
La mujer extendió un dedo tímido y tocó la piedra, pero enseguida lo retrajo al sentir el calor. Miró los ojos de Renato que ya se ponían grises y nublados a medida que iba muriendo. Echo una rápida mirada a ambos lados, y sin notar que un hombre la observaba desde un balcón, huyó robando la piedra.
Renato sintió que la vida le volvía. Consideró volver al bar y beber otro ron con el billete que había encontrado. Nada se lo impedía.
domingo, noviembre 20, 2005
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5 comentarios:
la piedra que lo parió!
súbitamente te hace descubrir un nuevo enfoque de la realidad
me gustó mucho el billete, la mujer con dedo , y el nada se lo impedía.
cual es TU piedra?
ya se!!! kriptonita!!!, este superman......
Superman deprimido en un bar... muy loco
En un momento iba a poner que la piedra era roja, para que nadie piense que era superman, pero despues no quise.
nunca se me hubiera ocurrido pensar en superman... por DIOS... gracias por la nueva perspectiva.
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